Los últimos pétalos de flores caían aún sobre la terraza de la casa del Patriarca en la que se había realizado la celebración donde se dio a conocer la nueva generación dorada de Caballeros al servicio de Atena cuando los once santos de oro rompieron fila por ordenes de Shion. Inmediatamente, los hermanos Aioros y Aioria se dirigieron a Assena, a quien no veían desde hacía cuatro años. La chica se encontraba absorta, contemplando al santuario desde aquel punto destinado solo a los caballeros más poderosos cuando sintió los cosmos de los jóvenes que ahora eran sus compañeros de armas.
-¡Vaya!, ¡Como has crecido, Aioria! Ya no eres el cachorro que solía recordar - Assena dejó de prestarle atención a la vista y se giró sonriente hacia sus camaradas.
-Tu también has crecido, Sena - la chica soltó una leve carcajada y abrazó a Aioria, quién se sonrojó al verse en los brazos de su amiga y al sentir su dulce aroma a lavanda. Ya no era la niña inquieta y un poco desalineada de antes. La vanidad que se le fue permitida como un caso muy especial por la diosa, había llegado a ella de manera sutil y dulce, pues Assena había arreglado su cabellera alborotada, coloreado de un suave tono rosa sus labios y permitido a su cuerpo el uso de esa fragancia. El caballero de Leo deseó que ese abrazo durara para siempre, pues el acompasado latir del corazón de su amiga de infancia era una sensación única para el.
-Pequeña... No, ¡Assena de Aries! - Aioros veía a Assena con orgullo. Ella soltó a Aioria y buscó los ojos de su segundo mentor.
-Para ti siempre seré la pequeña Assena, hermano mayor - Aioros la abrazó y por la diferencia de estatura la chica tuvo que apoyarse en las puntas de sus pies. Al terminar el fraterno abrazo, ella notó que su amado hermano no llevaba puesta la cinta roja en la frente que lo caracterizaba -¿Has cambiado tu indumentaria, por lo que veo - señalando su propia frente.
-¡Ah, eso! Fue durante una batalla hace un par de meses, se rasgo y la perdí.
-¿No fue nada serio? - consultó la chica mientras escrutaba con su mirada la frente del santo de oro de Sagitario, quién sonrió despreocupado.
-Tranquila, la cinta fue lo único que el santuario perdió ese día.
A lo lejos, los ojos azules de Saga observaban al último santo de oro de su generación. La admiraba en silencio... Pensaba que el oro de guerra la hacía lucir como si fuera un ser de luz; la capa que ondeaba ante la suave brisa que hacía esa tarde le daba un aspecto etéreo. La niña que el conoció había crecido para convertirse en una hermosa joven, capaz de competir en belleza contra la misma diosa Atena a quien el tanto veneraba. Quiso acercarse a ella, pero esperó a que sus miradas coincidieran, pues no quería romper el momento de la reunión con su familia del santuario. Retiró el casco de oro de su cabeza para permitirse disfrutar del exquisito clima del santuario, cuando finalmente sus ojos se cruzaron con los de Assena, quién sonrió de inmediato y se disculpó con sus camaradas, quienes asintieron, antes de caminar hacia Saga.
-Assena de Aries - le saludó el. Ella sonrió y tomó la cola de su túnica en un brazo para tener una postura más formal.
-Saga de Géminis - el interpelado (quién sobrepasaba la estatura de su compañera por más de 15 centímetros) hizo una reverencia que la hizo reír.
-Lo lograste. Te convertiste en santo de Atena, justo como prometiste.
-¡Si! Mi trabajo me costó, el entrenamiento en Jamir es de lograrlo o morir. Pero me esforcé por lograr lo segundo. Tuve que adaptarme a un nuevo estilo de pelea... - Saga prestaba atención a lo que su camarada le decía, pero no tanto como a contemplar a su compañera de armas. La armadura que antes le pertenecía a Mu ahora se había acoplado a la figura curvilínea de su nueva portadora, resaltando aún más su femineidad. Las marcas en su frente se habían tornado un poco menos rosa que cuando era niña, y sus preciosos ojos se habían adornado con unas pestañas largas y rizadas. El joven se había distraído, pero no lo suficiente como para no detectar la cercanía a Assena de una de las rosas de Afrodita, el caballero de la casa de Piscis, por lo que tomó a la chica del brazo y la colocó detrás de el antes de confrontar al santo de oro de la última casa.
-¡¿Cómo te atreves a atacar por la espalda a tu compañera de armas, Afrodita?! - Assena se sorprendió, y la reclamación de Saga llamó la atención del resto de caballeros. El involucrado sonrió, lanzando un ondulado mechón de cabello turquesa claro hacia atrás.
-¡Saga! - exclamó la caballero, quien no entendía nada de lo que pasaba.
-Las rosas de Afrodita están envenenadas, esa es la especialidad de los caballeros de Piscis - le respondió el interpelado, haciendo que la chica viera con sorpresa la inocente rosa que yacía en el piso a unos escasos pasos del caballero de Géminis.
-Yo jamás atacaría a un compañero de armas a traición, Saga - respondió Afrodita con una voz aterciopelada, al tiempo que recogía la rosa del piso y la extendía a la chica - sobre todo, cuando se trata de la flor más hermosas del jardín de Atena. ¿Que acaso no se han percatado del gran momento que estamos viviendo? - Afrodita alzó la voz - Assena de Aries es la primera mujer en recibir el título de Caballero de Oro. ¡Esta chica es consentida por la diosa! Ese hermoso rostro y esos dulces ojos deberían de estar ocultos tras una máscara, pero la misma Atena le ha permitido vestirse con el oro de guerra sin dejar de lado su femineidad... - se dirigió a la chica - Me haces sentir celos, no lo niego, pero también te mereces toda mi admiración. No solamente eres hermosa por fuera, lo eres más por dentro.
La chica utilizó su telequinesis para descubrir si las palabras de Afrodita eran ciertas, cuando se sintió segura, tomó la rosa blanca que se conservaba tan pura como su color.
-Es una rosa pura, aún no ha sido sometida a los venenos que suelo utilizar para atacar - Afrodita sonrió y la chica le correspondió - ¡eres casi tan hermosa como yo! - exclamó el caballero de piscis al verla sonreír y se dio la vuelta con la gracia que lo caracterizaba.
Assena se quedó perpleja mirando al compañero que se alejaba mientras que Saga y Aioria miraban aquella rosa con enorme desprecio.
-El si que es muy... sofisticado, ¿Verdad? - comentó Assena al tiempo que contemplaba la rosa con extrañeza, una sensación muy distinta a la que le produjo la primera vez que recibió una flor como obsequio.
-Bueno - replicó Saga - después de todo, me alegra mucho que no haya intentado lastimarte - La joven sonrió y cualquier molestia que Saga pudo haber sentido desapareció en ese momento.
-Tranquilo. Solo quería darme la bienvenida a su manera. Colocaré esta rosa cerca de la gerbera que dejé en mi habitación en la casa de Aries.
-De esa flor solo debe haber polvo, pues eso fue hace 4 años.
-Te equivocas - le respondió ella - la confiné en un cubo de cristal con una de mis técnicas. Debe estar tan hermosa como el primer día - Saga sonrió y hasta podría decirse que se sonrojó un poco cuando vio la enorme importancia que aquel obsequio tenía para Assena.
... Estaba seguro de que no había vuelta de hoja. Aquel afecto profundo de niñez se había convertido en amor.
-Tu también has crecido, Sena - la chica soltó una leve carcajada y abrazó a Aioria, quién se sonrojó al verse en los brazos de su amiga y al sentir su dulce aroma a lavanda. Ya no era la niña inquieta y un poco desalineada de antes. La vanidad que se le fue permitida como un caso muy especial por la diosa, había llegado a ella de manera sutil y dulce, pues Assena había arreglado su cabellera alborotada, coloreado de un suave tono rosa sus labios y permitido a su cuerpo el uso de esa fragancia. El caballero de Leo deseó que ese abrazo durara para siempre, pues el acompasado latir del corazón de su amiga de infancia era una sensación única para el.
-Pequeña... No, ¡Assena de Aries! - Aioros veía a Assena con orgullo. Ella soltó a Aioria y buscó los ojos de su segundo mentor.
-Para ti siempre seré la pequeña Assena, hermano mayor - Aioros la abrazó y por la diferencia de estatura la chica tuvo que apoyarse en las puntas de sus pies. Al terminar el fraterno abrazo, ella notó que su amado hermano no llevaba puesta la cinta roja en la frente que lo caracterizaba -¿Has cambiado tu indumentaria, por lo que veo - señalando su propia frente.
-¡Ah, eso! Fue durante una batalla hace un par de meses, se rasgo y la perdí.
-¿No fue nada serio? - consultó la chica mientras escrutaba con su mirada la frente del santo de oro de Sagitario, quién sonrió despreocupado.
-Tranquila, la cinta fue lo único que el santuario perdió ese día.
***
A lo lejos, los ojos azules de Saga observaban al último santo de oro de su generación. La admiraba en silencio... Pensaba que el oro de guerra la hacía lucir como si fuera un ser de luz; la capa que ondeaba ante la suave brisa que hacía esa tarde le daba un aspecto etéreo. La niña que el conoció había crecido para convertirse en una hermosa joven, capaz de competir en belleza contra la misma diosa Atena a quien el tanto veneraba. Quiso acercarse a ella, pero esperó a que sus miradas coincidieran, pues no quería romper el momento de la reunión con su familia del santuario. Retiró el casco de oro de su cabeza para permitirse disfrutar del exquisito clima del santuario, cuando finalmente sus ojos se cruzaron con los de Assena, quién sonrió de inmediato y se disculpó con sus camaradas, quienes asintieron, antes de caminar hacia Saga.
-Assena de Aries - le saludó el. Ella sonrió y tomó la cola de su túnica en un brazo para tener una postura más formal.
-Saga de Géminis - el interpelado (quién sobrepasaba la estatura de su compañera por más de 15 centímetros) hizo una reverencia que la hizo reír.
-Lo lograste. Te convertiste en santo de Atena, justo como prometiste.
-¡Si! Mi trabajo me costó, el entrenamiento en Jamir es de lograrlo o morir. Pero me esforcé por lograr lo segundo. Tuve que adaptarme a un nuevo estilo de pelea... - Saga prestaba atención a lo que su camarada le decía, pero no tanto como a contemplar a su compañera de armas. La armadura que antes le pertenecía a Mu ahora se había acoplado a la figura curvilínea de su nueva portadora, resaltando aún más su femineidad. Las marcas en su frente se habían tornado un poco menos rosa que cuando era niña, y sus preciosos ojos se habían adornado con unas pestañas largas y rizadas. El joven se había distraído, pero no lo suficiente como para no detectar la cercanía a Assena de una de las rosas de Afrodita, el caballero de la casa de Piscis, por lo que tomó a la chica del brazo y la colocó detrás de el antes de confrontar al santo de oro de la última casa.
-¡¿Cómo te atreves a atacar por la espalda a tu compañera de armas, Afrodita?! - Assena se sorprendió, y la reclamación de Saga llamó la atención del resto de caballeros. El involucrado sonrió, lanzando un ondulado mechón de cabello turquesa claro hacia atrás.
-¡Saga! - exclamó la caballero, quien no entendía nada de lo que pasaba.
-Las rosas de Afrodita están envenenadas, esa es la especialidad de los caballeros de Piscis - le respondió el interpelado, haciendo que la chica viera con sorpresa la inocente rosa que yacía en el piso a unos escasos pasos del caballero de Géminis.
-Yo jamás atacaría a un compañero de armas a traición, Saga - respondió Afrodita con una voz aterciopelada, al tiempo que recogía la rosa del piso y la extendía a la chica - sobre todo, cuando se trata de la flor más hermosas del jardín de Atena. ¿Que acaso no se han percatado del gran momento que estamos viviendo? - Afrodita alzó la voz - Assena de Aries es la primera mujer en recibir el título de Caballero de Oro. ¡Esta chica es consentida por la diosa! Ese hermoso rostro y esos dulces ojos deberían de estar ocultos tras una máscara, pero la misma Atena le ha permitido vestirse con el oro de guerra sin dejar de lado su femineidad... - se dirigió a la chica - Me haces sentir celos, no lo niego, pero también te mereces toda mi admiración. No solamente eres hermosa por fuera, lo eres más por dentro.
La chica utilizó su telequinesis para descubrir si las palabras de Afrodita eran ciertas, cuando se sintió segura, tomó la rosa blanca que se conservaba tan pura como su color.
-Es una rosa pura, aún no ha sido sometida a los venenos que suelo utilizar para atacar - Afrodita sonrió y la chica le correspondió - ¡eres casi tan hermosa como yo! - exclamó el caballero de piscis al verla sonreír y se dio la vuelta con la gracia que lo caracterizaba.
Assena se quedó perpleja mirando al compañero que se alejaba mientras que Saga y Aioria miraban aquella rosa con enorme desprecio.
-El si que es muy... sofisticado, ¿Verdad? - comentó Assena al tiempo que contemplaba la rosa con extrañeza, una sensación muy distinta a la que le produjo la primera vez que recibió una flor como obsequio.
-Bueno - replicó Saga - después de todo, me alegra mucho que no haya intentado lastimarte - La joven sonrió y cualquier molestia que Saga pudo haber sentido desapareció en ese momento.
-Tranquilo. Solo quería darme la bienvenida a su manera. Colocaré esta rosa cerca de la gerbera que dejé en mi habitación en la casa de Aries.
-De esa flor solo debe haber polvo, pues eso fue hace 4 años.
-Te equivocas - le respondió ella - la confiné en un cubo de cristal con una de mis técnicas. Debe estar tan hermosa como el primer día - Saga sonrió y hasta podría decirse que se sonrojó un poco cuando vio la enorme importancia que aquel obsequio tenía para Assena.
... Estaba seguro de que no había vuelta de hoja. Aquel afecto profundo de niñez se había convertido en amor.