miércoles, 27 de marzo de 2019

La flor más hermosa

Los últimos pétalos de flores caían aún sobre la terraza de la casa del Patriarca en la que se había realizado la celebración donde se dio a conocer la nueva generación dorada de Caballeros al servicio de Atena cuando los once santos de oro rompieron fila por ordenes de Shion. Inmediatamente, los hermanos Aioros y Aioria se dirigieron a Assena, a quien no veían desde hacía cuatro años. La chica se encontraba absorta, contemplando al santuario desde aquel punto destinado solo a los caballeros más poderosos cuando sintió los cosmos de los jóvenes que ahora eran sus compañeros de armas.

-¡Vaya!, ¡Como has crecido, Aioria! Ya no eres el cachorro que solía recordar - Assena dejó de prestarle atención a la vista y se giró sonriente hacia sus camaradas.

-Tu también has crecido, Sena - la chica soltó una leve carcajada y abrazó a Aioria, quién se sonrojó al verse en los brazos de su amiga y al sentir su dulce aroma a lavanda. Ya no era la niña inquieta y un poco desalineada de antes. La vanidad que se le fue permitida como un caso muy especial por la diosa, había llegado a ella de manera sutil y dulce, pues Assena había arreglado su cabellera alborotada, coloreado de un suave tono rosa sus labios y permitido a su cuerpo el uso de esa fragancia. El caballero de Leo deseó que ese abrazo durara para siempre, pues el acompasado latir del corazón de su amiga de infancia era una sensación única para el.

-Pequeña... No, ¡Assena de Aries! - Aioros veía a Assena con orgullo. Ella soltó a Aioria y buscó los ojos de su segundo mentor.

-Para ti siempre seré la pequeña Assena, hermano mayor - Aioros la abrazó y por la diferencia de estatura la chica tuvo que apoyarse en las puntas de sus pies. Al terminar el fraterno abrazo, ella notó que su amado hermano no llevaba puesta la cinta roja en la frente que lo caracterizaba -¿Has cambiado tu indumentaria, por lo que veo - señalando su propia frente.

-¡Ah, eso! Fue durante una batalla hace un par de meses, se rasgo y la perdí.

-¿No fue nada serio? - consultó la chica mientras escrutaba con su mirada la frente del santo de oro de Sagitario, quién sonrió despreocupado.

-Tranquila, la cinta fue lo único que el santuario perdió ese día.

***

A lo lejos, los ojos azules de Saga observaban al último santo de oro de su generación. La admiraba en silencio... Pensaba que el oro de guerra la hacía lucir como si fuera un ser de luz; la capa que ondeaba ante la suave brisa que hacía esa tarde le daba un aspecto etéreo. La niña que el conoció había crecido para convertirse en una hermosa joven, capaz de competir en belleza contra la misma diosa Atena a quien el tanto veneraba. Quiso acercarse a ella, pero esperó a que sus miradas coincidieran, pues no quería romper el momento de la reunión con su familia del santuario. Retiró el casco de oro de su cabeza para permitirse disfrutar del exquisito clima del santuario, cuando finalmente sus ojos se cruzaron con los de Assena, quién sonrió de inmediato y se disculpó con sus camaradas, quienes asintieron, antes de caminar hacia Saga.

-Assena de Aries - le saludó el. Ella sonrió y tomó la cola de su túnica en un brazo para tener una postura más formal.

-Saga de Géminis - el interpelado (quién sobrepasaba la estatura de su compañera por más de 15 centímetros) hizo una reverencia que la hizo reír.

-Lo lograste. Te convertiste en santo de Atena, justo como prometiste.

-¡Si! Mi trabajo me costó, el entrenamiento en Jamir es de lograrlo o morir. Pero me esforcé por lograr lo segundo. Tuve que adaptarme a un nuevo estilo de pelea... - Saga prestaba atención a lo que su camarada le decía, pero no tanto como a contemplar a su compañera de armas. La armadura que antes le pertenecía a Mu ahora se había acoplado a la figura curvilínea de su nueva portadora, resaltando aún más su femineidad. Las marcas en su frente se habían tornado un poco menos rosa que cuando era niña, y sus preciosos ojos se habían adornado con unas pestañas largas y rizadas. El joven se había distraído, pero no lo suficiente como para no detectar la cercanía a Assena de una de las rosas de Afrodita, el caballero de la casa de Piscis, por lo que tomó a la chica del brazo y la colocó detrás de el antes de confrontar al santo de oro de la última casa.

-¡¿Cómo te atreves a atacar por la espalda a tu compañera de armas, Afrodita?! - Assena se sorprendió, y la reclamación de Saga llamó la atención del resto de caballeros. El involucrado sonrió, lanzando un ondulado mechón de cabello turquesa claro hacia atrás.

-¡Saga! - exclamó la caballero, quien no entendía nada de lo que pasaba.

-Las rosas de Afrodita están envenenadas, esa es la especialidad de los caballeros de Piscis - le respondió el interpelado, haciendo que la chica viera con sorpresa la inocente rosa que yacía en el piso a unos escasos pasos del caballero de Géminis.

-Yo jamás atacaría a un compañero de armas a traición, Saga - respondió Afrodita con una voz aterciopelada, al tiempo que recogía la rosa del piso y la extendía a la chica - sobre todo, cuando se trata de la flor más hermosas del jardín de Atena. ¿Que acaso no se han percatado del gran momento que estamos viviendo? - Afrodita alzó la voz - Assena de Aries es la primera mujer en recibir el título de Caballero de Oro. ¡Esta chica es consentida por la diosa! Ese hermoso rostro y esos dulces ojos deberían de estar ocultos tras una máscara, pero la misma Atena le ha permitido vestirse con el oro de guerra sin dejar de lado su femineidad... - se dirigió a la chica - Me haces sentir celos, no lo niego, pero también te mereces toda mi admiración. No solamente eres hermosa por fuera, lo eres más por dentro.

La chica utilizó su telequinesis para descubrir si las palabras de Afrodita eran ciertas, cuando se sintió segura, tomó la rosa blanca que se conservaba tan pura como su color.

-Es una rosa pura, aún no ha sido sometida a los venenos que suelo utilizar para atacar - Afrodita sonrió y la chica le correspondió - ¡eres casi tan hermosa como yo! - exclamó el caballero de piscis al verla sonreír y se dio la vuelta con la gracia que lo caracterizaba.
  
Assena se quedó perpleja mirando al compañero que se alejaba mientras que Saga y Aioria miraban aquella rosa con enorme desprecio.

-El si que es muy... sofisticado, ¿Verdad? - comentó Assena al tiempo que contemplaba la rosa con extrañeza, una sensación muy distinta a la que le produjo la primera vez que recibió una flor como obsequio.

-Bueno - replicó Saga - después de todo, me alegra mucho que no haya intentado lastimarte - La joven sonrió y cualquier molestia que Saga pudo haber sentido desapareció en ese momento.

-Tranquilo. Solo quería darme la bienvenida a su manera. Colocaré esta rosa cerca de la gerbera que dejé en mi habitación en la casa de Aries.

-De esa flor solo debe haber polvo, pues eso fue hace 4 años.

-Te equivocas - le respondió ella - la confiné en un cubo de cristal con una de mis técnicas. Debe estar tan hermosa como el primer día - Saga sonrió y hasta podría decirse que se sonrojó un poco cuando vio la enorme importancia que aquel obsequio tenía para Assena.

... Estaba seguro de que no había vuelta de hoja. Aquel afecto profundo de niñez se había convertido en amor.




jueves, 3 de enero de 2019

Assena de Aries

El cielo retiró su manto estelar del Santuario y los rayos de sol denotaban el inicio de un nuevo día. Dichos rayos se colaron en la habitación de Aioria, haciéndolo despertar de su sueño. Se sentó en su cama y se desperezó rascando su cabeza, frotando sus ojos y dando un enorme bostezo. El cachorro  de león había crecido, convirtiéndose en un apuesto joven responsable de robar los suspiros de más de alguna habitante del Santuario Ateniense.

Saltó de la cama cuando recordó que día era. Corrió a asearse lo más pronto posible, pues debía estar en la cámara del Patriarca a primera hora de la mañana. Aioros se sorprendió al ver a su hermano despierto por si mismo a esas horas del día, puesto que siempre había requerido una ayuda extra para ir a entrenar. Sonrió al verlo tan entusiasmado y por el gran acontecimiento de ese día.

Aioria regresó completamente despierto y aseado. Se había afeitado el rostro y tratado de acomodar su cabello, cosa que le fue imposible dado que su melena era un tanto rebelde. Envidiaba el cabello de su hermano mayor, el cual era más dócil y obediente. Se vistió con su ropa normal, pero sobre ella se colocó la armadura dorada de Leo. Si Aioria era un tipo bien parecido con sus ropas normales, el oro de guerra le daba un aspecto que lo convertía en la envidia del resto de caballeros de su edad.

Aioros también llevaba puesta la fastuosa armadura de la casa de Sagitario. Ambos se dirigieron a la sala principal de la casa del Pontífice, donde también se encontraban otros caballeros dorados. Entre ellos estaba Saga, quién un año antes había alcanzado el título de Caballero de Géminis. De aquellos niños apenas quedaban sus facciones, pues sus rostros al igual que sus cuerpos habían crecido para convertirlos en jóvenes apuestos e increíblemente poderosos. 

***

El sol iluminaba el día en un precioso cielo despejado. Un caballero de Oro y una joven caminaban por el Santuario en dirección a la casa del Patriarca. El caballero de Aries y su acompañante habían regresado luego de 4 años de ausencia. El joven se había marchado con una niña y había regresado con una señorita de 14 años de edad. Todos los que la veían se sorprendían de ver a la que hasta entonces habían llamado "Pequeña Assena". Llevaba puesta una túnica rosa y una bufanda color grana, su calzado hasta media pantorrilla y su cabello un poco más ordenado del que las personas recordaban en su edad infantil y, al igual que su maestro, sus brazos vendados desde la muñeca hasta los codos. Sus labios se veían más rosados y le concedían más femineidad a la futura caballero de la primer casa del Zodiaco.

El entrenamiento en Jamir había sido duro, agotador y peligroso pero solo había logrado engrandecer más el espíritu y el alma de caballero de la chica y fortalecer su cosmos, el cual fue sentido por los que estaban en la sala del máximo líder del Santuario.

Las puertas de aquel salón se abrieron y Assena pudo ver al gran Shion sentado en su trono, en el camino se encontraban diez figuras doradas, ubicadas a manera de pasillo 5 a cada costado. De esas figuras pudo reconocer de inmediato a quien era como su hermano mayor Aioros, al que hasta hacía unos años había sido su cachorro y los ojos azules de Saga, que la veían con admiración y sorpresa.

También estaban ahí otros jóvenes a los que jamás había visto antes: uno tan alto y fuerte como una montaña; otro, cuya belleza era superior a la de cualquier otra persona que hubiera visto antes; otros dos que tenían ojos maliciosos y aunque sentía sus cosmos, no le generaban mucha confianza; otro de los jóvenes tenía un cosmos frío pero increíblemente poderoso. Había un joven alto y delgado, el cual daba la impresión de que portaba una espada que no pudo ver cuando pasó junto a el y el último, que a pesar de permanecer con sus ojos completamente cerrados, le daba la sensación de que la seguía con su vista. 

Assena y Mu se inclinaron una vez estuvieron frente al Patriarca, quién les solicitó que se pusieran en pie, fue entonces cuando al lemuriano se le pidió que se despojara de su armadura y se colocara la túnica que usan los consejeros del Pontífice. La armadura obediente se desprendió del cuerpo del joven maestro y se formó en el carnero que representa a Aries. Assena sabía que era la verdadera prueba final. Cerró sus ojos y colocó su mano en uno de los cuernos del cloth y volvió a sentir la vibración que aumentaba cada vez más, hasta que el ensamble se desprendió y cubrió el cuerpo de la joven.

Sintió su cosmos crecer y vio el resplandor del oro unido a su cuerpo. Miró sus manos, las abrió y cerró y pudo sentir como la armadura se comportaba flexible, como si se tratase de una segunda piel. Quedaba claro que era la digna sucesora de Aries. Aioria la contemplaba y, sin entender aún por qué,  deseaba que ese momento no terminara nunca. Saga concluyó que ni siquiera la misma diosa Athena (a quién el respetaba mucho) podría superar a Assena en belleza. 

El Patriarca entonces se puso en pie y caminó en dirección al balcón de la casa seguido por los once caballeros dorados. Los habitantes del Santuario, demás caballeros de plata, bronce y los aprendices estaban presentes para ver a la nueva generación dorada. Cada uno de ellos se ubicó en su lugar cuando el gran Shion los nombró uno a uno.

-¡Afrodita de piscis!, ¡Camus de Acuario!, ¡Shura de Capricornio!, ¡Aiorios de Sagitario!, ¡Milo de escorpión!, ¡Shaka de Virgo!, ¡Aioria de Leo!, ¡Máscara de la Muerte de Cáncer!, ¡Saga de Géminis!, ¡Aldebarán de Tauro! - hizo una pausa y se giró a buscar con la vista a su nieta, por quien sentía un gran orgullo, antes de mencionarla - y ¡Assena de Aries!.

  

viernes, 21 de diciembre de 2018

El último paso

- Debes mejorar tu postura, Assena. Te he repetido muchas veces que es imposible que ganes con un modo de ataque incorrecto – el maestro Mu llamaba la atención de su aprendiz y sucesora con severidad luego de impactarla con un ataque, sin perder la calma que lo caracteriza.

- Maestro – se incorporó jadeante la niña – por más que lo intento no logro conseguirlo.


       Y al final del día conseguirás que Assena esté muerta si siguen con esto, Mu – añadió Aioros.
-         
         - Eleva tu cosmos como lo hiciste con Shaina y para ese ataque. Es la misma lógica que utilizaste con   la Revolución de Polvo estelar.
      
     Assena asintió y nuevamente tomó la postura más adecuada que pudo antes de recibir un ataque de Revolución de polvo estelar mucho más robusto que el que ella había logrado, fallando nuevamente en el intento.

     - Qué pasa? – se preguntó a sí misma - ¡Todo lo que deseo hacer es protegerme!

-      -  Esto no está funcionando – su maestro estaba frente a ella y no podía comprender lo que ocurría.
     
- Aioros se colocó detrás del maestro de la casa de Aries cuando empezó a interrogar a Assena.

-        -  ¿Qué es lo que más te importa en esta vida, Assena? 

-        -  Servir a Atena y proteger a mis seres queridos.

-        -  ¿Y cómo vas a lograrlo?

-        -  Entrenándome y preparándome para cumplir con mi destino.

     - Ahora, ¿Como vas a lograr eso si no eres capaz de protegerte a ti misma? – Assena guardó silencio,  tiempo que Aioros utilizó para lanzar un ataque contra su compañero dorado -¡Rayo atómico!

La niña vio el rostro de su maestro y el enorme resplandor tras él. El miedo del que había hablado con Saga días atrás se transformó en una necesidad increíble por proteger al caballero de Aries. No había manera de que Mu se defendiera, por lo que esa necesidad fue la chispa que hizo que su cosmos se encendiera y cuidara a uno de sus pilares en el Santuario.

-       ¡Muro de Cristal!

La voz de la niña se intensificó aún más que cuando atacó a Shaina y el resplandor del ataque chocó con aquella membrana imperceptible y rebotó en dirección a Aioros, quién recibió el impacto. Assena cayó al piso jadeante, pero sonriente al haberlo logrado.

-      - Qué bueno que utilicé apenas una fracción de mi poder – suspiró Aioros aliviado y orgulloso de lo   que había logrado su pupila, a pesar de los golpes. Mu colocó su mano en los hombros de la niña.

-        -  Estás lista para el último nivel de tu entrenamiento. La semana próxima partiremos a Jamir.

***

- ¿Jamir? – Aioria nunca había escuchado aquel nombre, por lo que se extrañó mucho cuando su amiga Assena lo mencionó mientras le contaba todo lo sucedido en el entrenamiento.

- Si, Jamir. Es una región del Tíbet donde mis antepasados Shion y Mu realizaron su entrenamiento final para convertirse en Caballeros de Oro.

- Quiere decir que tu nombramiento está cerca, finalmente – Assena asintió mientras retiraba las vendas del cuerpo de Aioria.

- Creo que ya no será necesario que uses vendas, pero si hago énfasis en que debes moverte con cuidado para recuperarte por completo – puntualizó la niña – la cicatriz tardará un tiempo en sanar, pero estarás bien – el niño no la escuchó del todo, dado que saltó del lugar en el que estaba sentado y empezó a moverse libremente como lo hacía antes hasta que sintió una molestia en una de sus heridas. Assena frunció el ceño, lo tomó del brazo y lo sentó con cierta fuerza mientras cubría la apertura en su costado – mi vida en el Santuario sería muy aburrida sin ti, Leo – le aseveró con ironía.

- Pero sé que me extrañaste mientras estuve en recuperación – replicó Aioria con una sonrisa de satisfacción, a lo que su amiga respondió pasándole el algodón con más fuerza de la debida en su costado lastimado -¡¡Ouch!!

Assena fue más delicada aún con su paciente luego de esa jugarreta, mientras se admitía a sí misma que la vida no era igual sin el cachorro de león a su alrededor.

***

- ¿Jamir? – Aioria nunca había escuchado aquel nombre, por lo que se extrañó mucho cuando su amiga Assena lo mencionó mientras le contaba todo lo sucedido en el entrenamiento.

- Si, Jamir. Es una región del Tíbet donde mis antepasados Shion y Mu realizaron su entrenamiento final para convertirse en Caballeros de Oro.

- Quiere decir que tu nombramiento está cerca, finalmente – Assena asintió mientras retiraba las vendas del cuerpo de Aioria.

- Creo que ya no será necesario que uses vendas, pero si hago énfasis en que debes moverte con cuidado para recuperarte por completo – puntualizó la niña – la cicatriz tardará un tiempo en sanar, pero estarás bien – el niño no la escuchó del todo, dado que saltó del lugar en el que estaba sentado y empezó a moverse libremente como lo hacía antes hasta que sintió una molestia en una de sus heridas. Assena frunció el ceño, lo tomó del brazo y lo sentó con cierta fuerza mientras cubría la apertura en su costado – mi vida en el Santuario sería muy aburrida sin ti, Leo – le aseveró con ironía.

- Pero sé que me extrañaste mientras estuve en recuperación – replicó Aioria con una sonrisa de satisfacción, a lo que su amiga respondió pasándole el algodón con más fuerza de la debida en su costado lastimado -¡¡Ouch!!

Assena fue más delicada aún con su paciente luego de esa jugarreta, mientras se admitía a sí misma que la vida no era igual sin el cachorro de león a su alrededor.

***

Había llegado el momento de emprender otra despedida. Tres años atrás había dejado la zona montañosa del Tíbet junto con su maestro y unas escasas pertenencias para iniciar su camino. Ahora partía de nueva cuenta con su maestro para terminar su preparación para ser un Santo de Oro al servicio de Atena.

-Assena – le habló su maestro – el camino que estás por emprender es mucho más letal y complicado del que has recorrido hasta hoy. No tengas miedo, pues tienes la fuerza necesaria y el cosmos para cumplir con tu misión. Solo debes enfocar tus 7 sentidos en lo que verás en Jamir.

-Maestro, me esforzaré por ser una mejor alumna de la que he sido en el Santuario para poder portar dignamente el oro de guerra de la primera casa.

-No cabe duda de que nos llenarás de orgullo, Assena Tenou – A pesar de que no podía verlo, ella sabía que su abuelo sonreía detrás de la máscara de Patriarca – viniste como una pequeña niña y te vas a culminar tu camino como Santo de Oro. Cuando regreses, Mu pasará a ser uno de los ancianos de mi consejo y tu tomarás su lugar como Assena de Aries.

El reto era enorme, pero ella había recorrido ya la mitad del camino. Se despidieron del Patriarca con una reverencia y se dirigieron a la casa de Aries por sus pertenencias. Al igual que aquel primer día, se encontraron con Aioria y Aioros.

-Así que ha llegado el momento – Aioria trataba de lucir despreocupado, pero sus preciosos ojos azules estaban tristes, y eso no lo podía ocultar por más que lo quisiera.

-Si, Aioria… Ha llegado el día.

- ¿Cuándo volverán? – preguntó el hermano mayor.

- Cuando ella complete el entrenamiento. Ni antes ni después – respondió Mu.

- ¡Eso suena como demasiado tiempo! – exclamó sorprendido el cachorro - ¿Cómo nos vamos a comunicar en este tiempo?

-Por telepatía – le respondió la chica en su mente. Aioria sonrió al escucharla, pero no dijo nada.

-No se preocupen – añadió el Santo de Oro de Aries – cuando menos lo esperen habrá pasado el tiempo.

Aioros abrazó a Assena, la quería como a una hermana menor, y no dejó de pedirle que tuviera cuidado y diera lo mejor de sí, pues quería verla luciendo la armadura dorada.

- ¡Cuídate mucho, cachorro de león! Que no estaré en mucho tiempo para curar esas heridas.

- Vuelve pronto, y permítenos ser camaradas – Assena quiso llorar, pero Aioria no se lo permitiría así que sonrió antes de ir por sus cosas a la casa de Aries.

Mu se adelantó y entró primero. Cuando la niña se disponía a hacerlo, sintió el cosmos de Saga, quién estaba de pie en las escalinatas de la primera casa del Santuario.

-Así que te vas… - su voz era lacónica y su larga cabellera azul se movía con el viento.

-Si… Pero volveré para convertirme en tu camarada, tal como platicamos.

- Y ¿Podré hablarte?

-Por medio de la telequinesis, sí. Claro que si – Saga sonrió tristemente cuando Assena le respondió con una sonrisa mientras bajaba la escalinata de la casa de Aries. La noche había llegado ya al cielo sobre el Santuario.

-Oye… ¿Puedes mostrarme tu constelación en el cielo? Quiero tenerte presente cuando caiga la noche – la niña se sonrojó y le mostró las estrellas pertenecientes a Aries con el dedo índice de la mano izquierda, y cuando señaló la última estrella la constelación entera brilló. Ambos quedaron sorprendidos.

-Cuídate, Assena. Estaré esperando el día en que vuelvas – y acto seguido le entregó una hermosa gerbera blanca, era la primera vez que alguien le obsequiaba una flor y se sintió enormemente feliz.

-Gracias, Saga. Volveré y juntos serviremos a Atena. Te lo prometo – el chico quiso abrazarla, pero no quiso incomodarla, así que solo tomó su mano y se retiró, contrario al deseo de su corazón de no alejarse de ella. Se quedó cerca de la salida del Santuario para verla partir con su maestro hacia aquella lejana región del Tíbet.

jueves, 13 de diciembre de 2018

Los elegidos

Los días que le siguieron al incidente fueron de muchos cambios para Assena. Se levantaba muy temprano para entrenar con sus maestros Mu y Aioros, después iba a visitar a Aioria y a curar sus heridas; por las tardes se alejaba del santuario a entrenar aspectos como velocidad o resistencia y se iba a dormir temprano muy cansada, no sin antes visitar nuevamente al cachorro. 

Una tarde, mientras se encontraba frustrada por no lograr una mejora en su velocidad, se encontró con Saga, quien a pesar de toda la alteración generada por la aprendiz de Aries en su entrenamiento se encontraba meditando en completa serenidad. Assena se cuestionó el porque de su presencia ahí, habiendo muchos mejores lugares para meditar. La niña trató de enfocarse, pero la frustración y la pena se lo impidieron, así que se acostó en el piso para contemplar las nubes de un hermoso cielo azul de verano.

Extrañaba inmensamente a Aioria. Aún no se perdonaba el verlo herido por "su culpa", sentimiento que la alimentaba para buscar ser más fuerte y que únicamente lograba frustrarla al no ver los resultados deseados.

-Frustración... Miedo... Ira... Esos son tu problema - Assena se sentó súbitamente al escuchar hablar a Saga a apenas unos metros de ella - Eres una candidata a ser Caballero de Oro, tu cosmos es inmensamente poderoso, pero está mal canalizado por esos sentimientos. Podría decirse que están obstruyendo tu poder. Es mandatorio que olvides lo que pasó y sigas adelante.

-Trato de seguir adelante y es por eso que quiero hacerme más fuerte.

-Tratas de hacerlo, pero continúas atada a lo que pasó. El miedo bloquea el cosmos y al menor error que cometas te hará sentir más frustrada, por lo cual no considero que esté mal que contemples el cielo - concluyó Saga, mientras sonreía de esa manera que Assena recordaba desde el día uno en el Santuario. Saga era dos años mayor que ella, pero poseía una madurez y un corazón tan bondadoso que no parecía el de un humano. Todas estas características hacían que su compañera Saint se sintiera intimidada por el.

-Entiéndeme, Saga. No quiero que esto le ocurra a nadie más por mi culpa.

-Ahí esta el problema - la interrumpió el geminiano - lo que ocurrió no es tu culpa. Es culpa de la maldad en el mundo. Así como hay gente bondadosa que es capaz de lanzarse a la arena a curar a un herido de gravedad aún sin conocerlo, hay gente malvada que es capaz de quitar la vida de una persona solo por diversión -Assena trató de ocultarlo, pero se sonrojó - tu tienes el alma de un Caballero de Oro.

-¿Como puedes saber eso? - le preguntó la niña visiblemente apenada.

-No lo sé - respondió Saga en un tono amistoso - Solo sé que puedo sentirlo - Assena cambió el tema pues los halagos (sobre todo, que provenían de Saga) la hacían sentir incómoda.

-¿Donde está tu hermano Kanon? - Saga miró al horizonte del océano que estaba frente a ellos.

-No lo sé - respondió lacónicamente - solo sé que el ya no está interesado en seguir el camino para convertirse en un Saint.

-¿Crees que haya vuelto a casa? - se escuchó una leve carcajada.

-No lo creo posible, ya que no tenemos un lugar adonde ir fuera del Santuario.

-¿Nacieron en el Santuario? - antes de responder, el gemelo de cabello azul se acostó en la grama y colocó sus manos detrás de su cabeza mientras empezaba a contemplar el cielo.

-Verás, ambos nacimos aquí. Esta es la única vida que conocemos, al igual que tu amigo Aioria. Desde nuestro nacimiento, el Patriarca pudo ver el cosmos que poseemos Kanon y yo. Uno de nosotros será el guardián de la casa de Géminis.

-...Y si Kanon ya no quiere seguir en el santuario...

-... Tu y yo nos convertiríamos en compañeros de armas si logras controlar las emociones que te dominan y perfeccionas tus técnicas.

Hubo un silencio profundo, gracias al cual se pudo escuchar la tranquilidad del océano hasta que Saga continuó con la conversación.

- Aioria es muy afortunado de tener alguien que cure sus heridas diariamente. Hasta hace un par de semanas nadie había curado mis heridas de batalla - Assena volvió a ver al piso luego de ver que Saga señalaba su brazo vendado  - ¿Donde lo aprendiste?

- De mi pueblo natal - respondió ella con orgullo - la familia de mi madre es experta en la medicina tradicional de nuestra región.

-Conozco a Mu desde que tengo uso de razón, pero caigo en cuenta de que no sé mucho de el. ¿De donde son? - la niña se sentó a su lado y contempló el mar.

-Del Tibet. Nuestra aldea está entre las montañas. Técnicamente nuestras casas son rocas talladas. Nos especializamos en medicina milenaria que ha pasado de generación en generación de mi familia materna.

-Es decir que tienes padres, tienes familia - Assena asintió - Debe ser muy duro estar acá, lejos de ellos. Eso es algo que no he experimentado nunca, jamás he tenido nada fuera del Santuario.

-Ha sido difícil - concedió la niña - sobre todo los últimos días con ellos. Pude sentir como su tristeza opacaba la alegría y el orgullo de ser padres de un Saint al servicio de Atena. Para nuestra gente, ese es un gran honor.

- Un gran honor que tiene un gran costo - puntualizó Saga.

- No los veo desde el día de mi séptimo cumpleaños - Assena sintió las lágrimas subir a sus ojos, pero no las dejó fluir.

-Eres más fuerte de lo que pensé, Assena. Tu has sido elegida. Somos elegidos. A pesar de la ira, el miedo y la frustración puedo sentir que dentro de ti hay un espíritu bondadoso. La manera en la que te preocupas por los demás, el poder que yace en tu cosmos. Tu al igual que yo ya tenemos todo para servir a la diosa. Ella lo sabe, por eso nos escogió. No permitas que lo que te preocupa te haga perder el camino, como le ocurrió a Kanon.

La aprendiz de Mu asintió y le regaló una tímida sonrisa a Saga. El la contempló por un corto instante, que fue imperceptible para Assena. Era una niña tan especial, no solo por su poder... Saga jamás había conocido a alguien así, y nunca había experimentado los sentimientos que se le habían presentado desde el día en que cruzó su mirada con la niña a quién en secreto había jurado cuidar, aún a costa de su propia vida.
  

martes, 11 de diciembre de 2018

Nunca más, Aioria

-¿Como lograste hacerlo, Assena? - el cachorro de león estaba emocionado al escuchar a hazaña alcanzada por su "discípula", al punto de ignorar el plato de comida que tenía servido frente a él. 

-Recordé como lo hizo el maestro Mu y traté de elevar mi cosmos lo más que pude. No iba a permitir que Shaina me derrotara así otra vez. Aún me duele la cara de los puñetazos que me asestó.

-Dejaste que te hiciera mucho daño. Debes de manejar mejor tu cosmos, pues hay daños que pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte.

-Si, lo sé - respondió un poco quejumbrosa.

-Oye, Assena, mañana por primera vez tendremos un día libre, mi hermano y Mu estarán con el Patriarca todo el día. ¿Que has planeado hacer?

-Quedarme quieta y descansar - respondió la niña con gesto de dolor. 

-¡Que aburrido plan! Yo me escaparé a un estanque que no está tan lejos de acá a nadar .

-¿Sabes nadar?- le preguntó Assena un poco avergonzada.

-Si... ¿Que, a caso tu no puedes?

-No, no puedo. Jamás he entrado a un lago o algo así.

-Bueno - replicó Aioria - para eso hay solución. Acompáñame mañana y te enseño - Assena asintió y tomó sus alimentos con un mejor ánimo, a pesar de los golpes.

***

La idea de salir del Santuario por primera vez después de casi tres años hizo que el pleito del día anterior se diluyera de la mente de Assena. Su maestro e instructor de natación se había esmerado en que su primera vez en el agua no fuera una experiencia tan traumática. Lo realmente difícil fue convencerla de que se atara el cabello, ya que por tradición era algo que su gente no hacía.  

La niña entró con temor al agua, pero la sensación del líquido en su cuerpo le resultó agradable. Aioria la tomó de la mano y le daba más seguridad a medida iban a aguas más profundas. Se asustó mucho cuando sus pies ya no tuvieron soporte e intentó volver, pero pero el niño no la dejó y le enseñó a flotar.

-Eres genial, Assena. No te costó nada aprender a flotar - la niña le sonrió, y en eso Aioria le lanzó un chorro de agua de sus manos, empezando una batalla acuática.

Todo transcurría como un día normal, Assena y Aioria vivían un momento de infancia de los que rara vez se podían tener en el Santuario. Aioria había vivido toda su vida en el Santuario griego y era el único mundo que conocía. Assena fue la primera niña con la que se relacionó, ya que su forma de ser era complementaria a la de la aprendiz de Mu. El momento de esparcimiento fue interrumpido por unos chicos mayores que ellos, aprendices de Saints, quienes reclamaban aquel estanque como propio.

-¡Oye, gato! ¿Que demonios estás haciendo en este lugar? ¡Lárgate de aquí, que este estanque nos pertenece! - el carácter inflamable de Aioria no le permitió ignorar aquel insulto.

-Oh, no sabía que este estanque tenía propietario, y menos que era alguien tan insignificante como tu, Arquelón.

-Pero ahora ya lo sabes, así que mejor lárgate de aquí y llévate al clon de Mu contigo - Assena ignoró por completo aquella provocación y trató de convencer al pequeño.

-Quizás sea mejor que nos vayamos, no es necesario hacer de esto una pelea. 

-No, Assena. Si cedes a su bravuconería, terminarás siendo dominada por ellos. Tienes que darte tu lugar - la discusión  de los amigos fue usada como arma por aquellos que los molestaban.

-Si, Aioria, deberías de hacerle caso a tu noviecita.

-¡Ella no es mi novia! - exclamó furioso el pequeño león, elevando su cosmos.

-Si tanto te interesa este lugar, ¿Por que no peleas por el? - los incitadores sabían como molestar a Aioria. El aceptó de buena gana y salió del estanque.

-Quédate ahí, Assena. No tardaré- Aioria le sonrió con suficiencia antes de darle la espalda y enfrentar a su oponente. Se colocó en pose de batalla, y cuando su rival lanzó el ataque se percató que no iba dirigido hacia el, sino hacia la niña que lo esperaba en el agua.

Horrorizado, no dudó ni un segundo en lanzarse al agua a una velocidad de match 5 (ya que aún no alcanzaba la velocidad de la luz) e interponerse entre el ataque y Assena. La niña gritó cuando vio a Aioria inconsciente hundirse en el estanque mientras sus enemigos reían. Como pudo, trató desesperadamente de alcanzarle, se sumergió y logró atraparlo pero no podía emerger con el, por lo que agobiada, elevó su cosmos y la energía la ayudó a salir a flote.

Al salir a la superficie, pudo ver que los tres muchachos estaban siendo golpeados. Saga se había encargado de ellos. Todos y cada uno habían sido puestos en su lugar en cuestión de segundos. El geminiano corrió a ayudar a la niña con su amigo herido. 

-¿Te encuentras bien, Assena? - Saga la escrutó con sus ojos mientras tomaba a Aioria.

-Si, pero, Aioria... No está respirando - Saga lo acostó en el piso y colocó su oído en su pecho. Lo colocó de lado y empezó a golpear su espalda hasta que empezó a toser.

-¡Aioria! - la niña quiso lanzarse a sus brazos ante el alivio de verlo respirar, pero aún quedaban las heridas de aquel ataque a traición - Saga, debemos regresar ya al Santuario, necesita atención urgente. 

Saga se colocó a Aioria en la espada y comenzó a caminar con Assena a su lado, quién contactó telequinéticamente a su maestro. Aioros y Mu se apresuraron a encontrarlos en el camino, y llevaron a Aioria inmediatamente a que lo atendiesen. Assena cayó al piso desconsolada y completamente empapada. Nunca había llorado desde que llegó al Santuario, hasta que vio el peligro de perder a su más cercano amigo.  Saga se fue y entonces experimentó culpa y arrepentimiento por haber sido el lado débil de Aioria y no ser capaz de defenderlo. Se sentó en el piso y lloró amargamente. 

Unos minutos después sintió que un manto la protegía del frío: Saga había vuelto con algo con que cubrirla y alimento. Assena lo vio con los ojos anegados de lágrimas y el descubrió que jamás había visto una mirada similar antes. Quizo abrazarla y protegerla del dolor que estaba sintiendo, pero solo tuvo el valor de poner una mano sobre su hombro para apoyarle. 

El cosmos de Assena era cálido, noble y bondadoso, pero con una enorme fuerza. Ambos guardaron silencio durante varios minutos, hasta que Saga trató de consolarle. 

- No fue tu culpa, Assena - la niña volvió a verlo sollozando - Aioria hizo lo que cualquiera hubiera hecho: protegerte. 

- ¿Por qué? ¿Es por qué soy débil? - le respondió irritada. 

- No - respondió el niño con una sonrisa serena- porque fuiste atacada a traición. Tu también serás mi compañera de armas y haría lo mismo en el lugar de Aioria - Assena sintió vergüenza por la manera en que sacó conclusiones - no seas tan dura contigo misma, ni te sientas mal por ser protegida. Eres alguien especial - agregó mientras se señalaba aquel brazo que su compañera había curado. 

La niña se sonrojó y meditó en las palabras de Saga, sin dejar de preocuparse por Aioria. 

***

Caída la noche el maestro Mu le solicitó a Saga y Assena que le contaran los hechos. 

-Esto deberá ser expuesto ante el patriarca - Aioros estaba molesto por la actitud mostrada por aquellos aprendices. 

-Te agradezco mucho la ayuda  Saga - Mu pensaba en las palabras de Aioros. Lo que había ocurrido era grave y hubiera tomado como víctima a su alumna. 

-Perdónenme, maestros - Assena veía al piso, con las manos cerradas como puños. 

-¿Perdonarte? ¿Por qué? - le respondió Aioros, colocando su mano sobre la rebelde cabellera de la niña. 

-Por no ser más fuerte y no cuidar de Aioria - el caballero de Sagitario sonrió melancólicamente. 

-Ten cuidado y que Aioria no te escuche decir eso. Conozco a mi hermano y admiro mucho su coraje; se que estaría fuera de sí si fueras tu quien estuviera en su lugar. 

Momentos después permitieron que Aioros viera al cachorro. Los minutos le parecieron eternos a Assena, y Saga deseaba que la niña estuviera ansiosa por verlo a él. 

Cuando le permitieron pasar, Aioria dormía y Assena rompió en llanto. 

-¡Perdoname, por favor! ¡Perdoname! Yo debería estar en tu lugar - la niña lloraba al lado de su querido cachorro de león, lloró por un buen tiempo hasta que fue interrumpida. 

-Oye, Assena, ¿No te estarás volviendo llorona, cierto? - su voz era pausada, pero su molestia por oír llorar a su amiga era notable. 

¡Aioria! - la niña saltó a abrazarlo y agradeció que aún estuviera con vida. Se comprometió a curar de él y sus heridas, pero sobre todo, le prometió algo más importante - no volveré a ser tu punto débil. Nunca más, Aioria. 
  

viernes, 7 de diciembre de 2018

Aprendiendo en el Santuario

Tres años han pasado desde que Assena llegó al Santuario de Grecia. Gracias a la ayuda de los hermanos Aioria y Aioros la niña había aprendido a hablar griego y pasaba las tardes después de los entrenamientos leyendo sobre mitología. Se maravillaba al leer las antiguas historias y sentía una profunda admiración por Atena.

-Sabes - le comentó a Aioria una fresca tarde de septiembre, mientras leía sobre la pugnas que Atena había librado en la era del mito - en verdad que me gustaría ser una estratega como la diosa - Aioria meditó un momento las palabras de su compañera

-Yo me pregunto si lucirá igual que las estatuas o si será más bonita.

-Me imagino que debe de ser muy bonita, después de todo, así son los dioses... O al menos así los hacen ver en las historias - Assena guardó un incómodo silencio hasta que Aioria le consultó.

-¿Que te ocurre?

- Verás, me pregunto si yo llegaré a agradarle.

-¿Y por que no habrías de agradarle? - le cuestionó el niño sorprendido - las doncellas, tu maestro e incluso el Patriarca te quieren mucho, incluso mi hermano y yo no planeamos nada sin tomarte en cuenta desde que pudiste hablar en griego - Assena sonrió - además, no eres tan molesta para ser una niña - ese comentario hizo que la niña torciera el gesto.

-¿A que te refieres con "a pesar de ser una niña", Aioria? - el niño se avergonzó.

-Ya sabes... Algunas niñas no son capaces de soportar los golpes, tu me los devuelves incluso con más fuerza, y no lloras por todo. 

Assena lo vio con cara de pocos amigos antes de volver a su lectura. En la habitación contigua, Aioros reía en silencio al escuchar las ocurrencias de su hermano y de su aparente intolerancia por cualquier otra niña que no fuera la aprendiz de Mu.

***

Parte del entrenamiento consistía en batallar cuerpo a cuerpo, y por muy prodigiosa que Assena fuera, la intensidad de los golpes recibidos en su pequeño cuerpo dejaban evidencias. Al igual que Aioria, a ella le molestaba perder en batalla (cosa que le ocurrió en muchas ocasiones), y el maestro Mu le había enseñado a canalizar el enojo. 

Un día le tocó pelear con Shaina, una aprendiz de Saint que detestaba a Assena, entre otras cosas, por no vivir bajó la imposición de usar la máscara.

Shaina era un año mayor que Assena  y alguien muy cruel en sus ataques. Su batalla le dejó varios moretones en el cuerpo, los cuales la niña no quiso borrar de su cuerpo y que usó como motivación para ser mejor en combate. Las doncellas lamentaban mucho el estado de Assena, y aún más Aioria quién le enseñó algunas técnicas para poder luchar con un rival de mayor tamaño que ella.

En el siguiente combate que tuvo contra Shaina la suerte no mejoró al inicio, pero recordaba las palabras que sus maestros (Mu, Aiorios y, por que no, Aioria) le hacían sobre el cosmos:

"Eleva tu cosmos, no importa que tan fuerte sea tu rival o que tan adversas sean las circunstancias, el cosmos puede ser la línea decisiva entre la vida y la muerte" 

-¿Por que no te mueres ya, Assenita? - Shaina estaba sobre ella lanzando puñetazos en su cara descubierta - así podré tomar tu lugar y no utilizar esta molesta máscara.

Mu estaba observando todo desde la tribuna, muy preocupado por su aprendiz.

-Esta pelea esta aburriéndome mucho, tu ni siquiera te defiendes. Es mejor acabar ya - Shaina cargó energía en su puño, tiempo que Assena apovechó para elevar su cosmos a un nivel mayor de lo que estaba acostumbrada en una fracción de segundos. Aún estando en el piso, Assena tomó a Shaina y la lanzó al aire y se concentró en la noche que vio como su maestro eliminó a un espectro que rondaba el santuario. Mu se pusó en pie cuando supo lo que ella planeaba. La voz de Assena y su mano izquierda se elevó para invocar la técnica suprema de Aries.

-¡Revolución de Polvo Estelar!

Decenas de estrellas fugaces golpearon en el aire a Shaina. Aunque era una pequeña fracción del poder que Mu usaba en la técnica completa, fue lo suficiente para nockear a su rival. Todos aplaudieron la exhibición que habían presenciado.

-Sorprendente - le alabó Mu cuando ella llegó ante el - simplemente sorprendente. El maestro se apresuró a curar una herida que su aprendiz tenía en la sien, por lo que se quedaron a presenciar el combate siguiente. Saga, el gemelo de cabello azul y aprendiz de géminis, se enfrentaría un rival de mayor edad a el. El resultado, el niño salió victorioso, pero con una herida considerable en su brazo derecho.

Al ver la herida, Assena se sobresaltó, pero se detuvo hasta esperar el fin del combate. 

-Ve, ayuda a tu compañero- le indicó su maestro inmediatamente al finalizar el combate al notar la preocupación de su alumna.

La pequeña tomó la medicina y corrió a la arena. Al verla, Saga se extrañó, pues sabía que Assena era tímida pero la dejó curarlo. Ella le limpió la herida con uno de los hisopos, tratando de no tener contacto visual con el para concentrarse y no cometer errores. El paciente puso atención en los movimientos de la hábil niña y se quejó al sentir ardor al contacto de la medicina. Assena buscó con que vendarlo, y al no encontrar algo que le sirviera rasgó la parte limpia de su blusa, terminó de atender al niño y se puso en pie. 

-Gracias - dijo Saga viéndola directamente a sus hermosos ojos verdes. Ella solo asintió y se giró para ir en dirección a donde se encontraba su maestro, quién palmeó su espalda al tiempo que le decía "bien hecho". Saga se quedó viendo a la niña que se alejaba de la arena de la mano del maestro Mu. 



jueves, 6 de diciembre de 2018

Ante el patriarca

No había salido el sol aún cuando la nueva inquilina del Santuario despertó. Se sentó en su cama sintiéndose un poco desubicada hasta que vio sus pertenencias en el lugar donde las había dejado su mentor. Se acercó a la maleta y empezó a volcar su contenido sobre la cama. Además de sus ropas, dentro estaba el último obsequio que recibió de sus padres. La apretó contra su pecho y se dispuso a hacer su cama y dejar a la muñequita vestida con ropas tradicionales de su región de origen sentada en una esquina, apoyada contra la pared. 

Descalza, salió en búsqueda de Mu. Apreció el interior de aquella enorme edificación que es la Casa de Aries, su nuevo hogar, con detenimiento. Su cosmos le permitió sentir los vestigios de energía de sus antecesores. Sintió como la energía creció en ella a niveles que jamás había experimentado. Tuvo miedo, pero dejó que el cosmos la guiara a una parte de la casa donde estaba agrupada una cantidad de energía que no era vestigial, era energía en esencia. A pesar de estar en completa oscuridad y de no conocer el lugar en el que se encontraba, Assena sabía a la perfección hacia donde se dirigía. Estiró su mano en medio de las sombras para apartar la cortina que ocultaba su camino. Un resplandor dorado iluminó su rostro y la pequeña contempló perpleja el origen de aquella energía: la armadura de Oro de Aries. 

Lo que tenía frente a ella era una reliquia: había acompañado a tantos hombres en sangrientas guerras, el símbolo de ser uno de los doce caballeros más poderosos al servicio de la diosa Atena. La energía que emanaba era tal que la pequeña, sin entender por que, extendió su mano y tocó uno de los cuernos de la armadura que vibró a una intensidad que parecía estar en sincronía con la pequeña. No comprendía, pero se maravillaba de lo que estaba pasando.

-¡Assena! - La voz del joven maestro la sacó de su abstracción nuevamente. La pequeña mano despegó su contacto con la armadura súbitamente y ella se giró hacia Mu asustada, pensando que había hecho algo malo.

-¡Perdóneme, maestro Mu! Yo te buscaba y no entiendo como pude encontrar esto... Espero no haber hecho algo grave - Assena vio el rostro de su maestro que sonreía satisfecho.

-Para nada, Assena. Esto solo confirma lo que tanto habíamos sospechado.

***

El Santuario se había llenado de vida al amanecer, a lo lejos, los caballeros entrenaban en distintas zonas y las doncellas iban por agua y comida para los demás habitantes. Los distintos cosmos llamaron la atención de Assena y su maestro le daba algunas explicaciones a lo que veía y sentía en su camino a la casa del Patriarca. 

La niña consideró que el maestro Mu lucía impresionante vistiendo la armadura de Oro, y que dicha imagen contrastaba con la de aquel joven de ropas humildes que había conocido apenas el día anterior. En su recorrido, se encontraron con un joven mas o menos de la edad de Mu y su aprendiz, un niño un par de años mayor que Assena, los cuales guardaban un gran parecido. Cuando se acercaron a entablar conversación con Mu, la niña se escondió detrás de su Maestro.

-Vaya, Mu. ¿Donde te habías metido? no te vi en todo el día de ayer - el mayor hablaba con un tono muy fresco y amigable.

-Verás, tuve que ir a mi pueblo por mi aprendiz - el caballero se hizo a un lado, dejando a la niña expuesta a la vista de sus camaradas. El menor de los muchachos se acercó a ella y se presentó en tono muy amistoso.

-¡Hola! Mi nombre es Aioria y soy el caballero de Leo - Assena sintió el cosmos del pequeño y le inspiró confianza. Simplemente le sonrió y Aioria se dirigió a Mu - ¿Assena es muda, Maestro?

-No, Aioria, es solo que ella no habla griego - el niño se sorprendió y Mu se dirigió a Assena en su lengua natal - El es Aioria, caballero de la constelación de Leo, y su hermano y Maestro es Aioros, el santo dorado de Sagitario - La pequeña se sorprendió al escuchar que el niño frente a ella era un caballero dorado.

-Bueno - replicó Aioros - pero eso tiene solución, yo podría enseñarle a hablar nuestro idioma si estás de acuerdo, Mu.

-No es mala idea, además le serviría mucho para socializar también - Mu hizo que Assena estuviera enterada de lo que Aioros proponía y la niña asintió.

- ¿Telequinesis?

-Si, Aioros, ella es muy talentosa.

-Entonces no los retrasamos más en su visita al patriarca. Pasaré por ella esta misma tarde.

Assena y Mu se dirigieron a su destino, la casa del Patriarca. Los guardias del salón principal le cerraron el paso al caballero al no reconocer a su acompañante.

-Ella es Assena, mi aprendiz. El Patriarca está al tanto de su visita y nos espera - a la explicación d Mu le siguió la apertura de las puertas del fastuoso salón. Assena se sorprendió al sentir el increíble cosmos de la persona que estaba al interior. Mu caminó de la mano con ella y se detuvo en un punto donde se inclinó a realizar la reverencia, gesto que fue imitado por la pequeña.

-Assena - la voz del Patriarca era cálida y amigable. La interpelada levantó su rostro y miró al pontífice. - ¡He esperado este momento desde hace siete años! -El Patriarca se levantó de su puesto y caminó hacia ella, quién se había puesto de pie. El máximo jerarca del Santuario ateniense se quitó la máscara para que su descendiente pudiera contemplar su rostro.

-¿Abuelo? - la niña no comprendía como su abuelo y su padre podrían lucir casi de una misma edad.

-Si, pequeña, soy Shion, tu abuelo - el hombre le extendió sus brazos y la niña le correspondió - tu cosmos es sorprendente - el Patriarca se sorprendió enormemente al volver a sentir aquel bondadoso y cálido cosmos, esta vez en su nieta.

Mu le comentó lo ocurrido en la madrugada y como Assena había encontrado la armadura dorada.

-Entonces, Mu, no hay duda alguna. Esta niña es tu sucesora en la casa de Aries. La armadura la ha elegido, esa es la prueba fehaciente de que ha sido llamada a ser la primera mujer en ostentar el título de Santo de Oro de Atena - Assena se sorprendió al escuchar que ella también sería como su maestro a quién admiraba, o como los jóvenes a quienes había conocido esa misma mañana. Mu, quién sintió la impresión de la niña se dirigió a ella.

-Así es. Tu eres mi sucesora. 

-Te encargo la educación de tu aprendiz, Mu. El noble corazón de Assena será receptivo a tus enseñanzas, así como lo fuiste tu.

-Maestro, me encargaré de pulir sus talentos, pues ella tiene todo para ser una digna sucesora del legado de Aries. Ahora debemos de ir a que te confeccionen la máscara que usarás.

-¿Una máscara, maestro? -le preguntó la niña con extrañeza.

-Si, Assena. Aunque no las has visto todavía, las mujeres que han sido elegidas para ser Saints deben ofrendar su feminidad a la diosa cubriendo su rostro tras una máscara. Y a pesar de tu futuro rango como Santo de Oro debes cumplir con tal tradición.

-Eso no será necesario - le interrumpió el Patriarca - por su rango, es necesario que la niña mantenga su esencia mientras cumpla con sus obligaciones para con la humanidad.

Mu lo miró con asombro, pues no podía creer que la niña moviera de esta manera la voluntad de la diosa.  

***

Al salir de aquella presentación y dirigirse a la Casa de Aries, Assena vio a dos muchachos que reían. Eran gemelos, y la sonrisa del chico de cabellera azul se quedó impregnada en sus ojos.  

El camino hacia el santuario

El tiempo pasó y la pequeña Assena creció en estatura y en conocimientos. Gran parte de su familia materna está compuesta de curadores y expertos en medicina de la región y su madre la instruyó en esas ciencias. Aprendió a comprender su cosmos de manera casi autónoma, además de ayudar a su padre con las tareas del campo. La niña era muy querida en su pueblo por su manera de ser con los demás y su personalidad, que era muy parecida a la de su abuelo y a la de su futuro maestro. A pesar de todas sus obligaciones, sus padres se encargaban de que pasara una niñez lo más normal posible, por lo que no era extraño verla jugar con los demás niños.

La noche anterior a su séptimo cumpleaños, Assena durmió junto a sus padres. Era la última noche que estaría con ellos antes de partir al Santuario de Grecia y su mamá no paraba de acariciar la rebelde cabellera de la pequeña. Siete años habían pasado desde aquella mañana en la que la criatura se adelantó y quiso venir a este mundo. Siete años en que habían aprovechado el tiempo al máximo para hacer de ella una buena persona, tan amable y amada por todos que el pueblo entero había entristecido por su partida.

Era una sensación agridulce... Era un verdadero honor y orgullo tener un hijo que fuera digno de ser llamado a servir a Atena, pero la tristeza opacaba a aquel sentimiento al saber que una separación era obligatoria para cumplir tal propósito. La niña durmió tranquilamente toda la noche.

Había una pequeña maleta en la sala, donde unas pocas prendas de la niña habían sido guardadas para acompañarla en el viaje que se le presentaba el día siguiente y que marcaría el resto de su vida.

Al amanecer, los padres llenaron de besos a Assena, deseándole un feliz cumpleaños. El padre se arrodilló ante ella para abrazarla y entregarle un obsequio.

-Assena, mi primogénita. Ver tus ojos es la alegría de mi vida... Te tengo un presente, que espero te guste- El feliz padre puso ante ella un pequeño paquete envuelto en un papel nada especial. Las pequeñas manos de la cumpleañera se apresuraron a tomarlo y abrirlo, y sus preciosos ojos verdes se abrieron de par en par al ver a la preciosa muñeca que contenía. La niña la tomó en una mano y con la otra se lanzó a abrazar a su padre.

-¡Gracias, papá! ¡Es lo que había querído desde hace mucho tiempo! - La alegría de los padres era tal al ver la reacción de su niña ante un obsequio tan simple. Era la primera vez que tenía algo así, pensaron que era un regalo ideal para despedirla...

Tomaron el desayuno y el almuerzo con alegría, como ignorando el hecho de su partida. La niña jugó con su madre y la muñeca mientras su padre las observaba a lo lejos. A media tarde, el santo de Oro de la primera casa del Santuario Ateniense llegó a aquel hogar donde fue bienvenido. Assena dejó de lado sus juegos infantiles al sentirse sorprendida por la presencia de aquel joven.

-Assena - la llamó su padre, extendiéndole la mano. La niña se acercó con cautela y curiosidad - el es el Mu, tu Maestro - El interpelado sonrió, gesto que unido a su serenidad hizo que la niña dejara la timidez de lado y se acercara a el.

-Hola, Maestro Mu. Soy Assena - el caballero dorado sintió como el cosmos de la pequeña había crecido con el paso del tiempo y la noble personalidad que había desarrollado. Le sonrió y pasó su mano en la cabeza de su aprendiz.

-Hola, Assena. ¡Como has crecido! - la pequeña vio directo a los ojos al joven y luego respondió sorprendida.

- Tu estuviste aquí el día en que nací.

-Si, porque eres alguien importante para el santuario - los padres no comprendían como la pequeña sabía eso, pero el santo ariano se apresuró a responder las dudas no cuestionadas -sus poderes telequinéticos son formidables.

-¿Telequinesis? - preguntó su madre.

-Si. Ella ha desarrollado su habilidad de manera formidable. En verdad es talentosa. Vas a ser alguien grande, Assena.

Los padres miraron a su hija con sorpresa, sabían que había sido elegida, pero no tenían idea del enorme poder que había en su interior. Al caer la tarde, se tuvieron que despedir de su amada hija.

-Assena - le habló su papá - eres nuestro tesoro más grande. Nunca olvides quién eres ni de donde provienes, siéntete orgullosa de ser una lemuriana y ten mucho valor al momento de cumplir tus deberes con Atena. 

-Te amamos, mi niña. Nunca lo vayas a olvidar - La madre le apartó los mechones de cabello antes de besar su frente y abrazarla. 

-Yo también los amo. No estén tristes, yo estaré cerca de ustedes siempre - los papás orgullosos sonrieron.

-Haz caso a todo lo que tu maestro te diga y sé una digna servidora de Atena.

Dicho esto, Assena sonrió y caminó hacia su maestro, quién le tomó la mano y sus pocas pertenencias y caminaron hacia las afueras del pueblo.  Llegado a este punto, el joven la tomó en sus brazos.

- Esta es la primera lección que voy a mostrarte, Assena. 

-¿Vamos a aparecernos en el Santuario?- Mu había dejado su pensamiento expuesto a los poderes de la niña para mesurar el alcance de su poder telequinético, el cual era formidable para alguien de su edad.

-Es algo por el estilo- respondió sonriente el joven, vamos a teletransportarnos - entonces, el se comunicó de nuevo sin palabras, pidiéndole que cerrara los ojos, a lo que la niña obedeció. Cuando abrió sus ojos, estaba ante la panorámica del Gran Santuario de Atenas. Nunca imaginó que el hombre fuera capaz de construir algo semejante. El paisaje se matizaba con el crepúsculo y una suave brisa hizo que la rebelde cabellera se le alborotara más. El maestro la dejó contemplar aquella vista, pues pudo sentir el asombro en ella.

-Assena - le interrumpió minutos después - debemos llegar a la casa de aries antes de que sea más tarde - la niña asintió y caminó hacia el, quien le tomó la mano y emprendió el camino a su casa.

El camino era largo, y faltando un tercio del trayecto para llegar a su destino, Assena no pudo más, se detuvo y cayó sentada en el piso. A pesar de no poder terminar el recorrido, la niña demostró una gran resistencia.

-¿Por que no nos teletransportamos de nuevo, maestro? - el se agachó para darle de beber al tiempo que le respondió.

-Es la primera regla que aprendemos a llegar al Santuario. Esta prohibido para todos los caballeros sin excepción de su rango - la niña torció el gesto y muy resignada se puso en pie. Dio un par de pasos y no pudo más. 

El maestro tomó entre sus brazos a la pequeña, quién le agradeció con una sonrisa. Siguieron su camino, pero cuando llegaron a su destino, Assena estaba completamente dormida. Mu no quiso despertarla y la acostó en su nueva (y modesta) cama. Le quitó el calzado y dejó sus pertenencias al lado de la cama.

El caminó a las puertas del primer templo y meditó en los sucesos de ese día. 

martes, 4 de diciembre de 2018

Una niña ha nacido


Los tímidos rayos de sol se colaban por las cortinas de la cámara del patriarca en el Santuario de Grecia. Era una cálida mañana del mes de abril. El pontífice había mandado llamar a Mu, el caballero de la primera casa del Zodiaco, quien caminaba hacia la sala principal de la fastuosa casa. Se preguntaba que era aquello tan apremiante que le debían encomendar para haberlo llamado tan temprano ese día.

El caballero ariano vestía su armadura dorada, y el sonido metálico provocado por sus pasos era lo único que se escuchaba por el pasillo. Los guardias de la cámara principal se apresuraron a abrir la puerta cuando lo vieron llegar. El entró en la habitación e hizo una reverencia al patriarca, quién no perdió tiempo en formalidades.

-Gracias por haber acudido a mi llamado. Necesito que vayas urgentemente a nuestro pueblo. Al parecer, una nueva vida nacerá este día. - al oír la petición del patriarca, Mu se puso de pie sin mudar su serenidad a pesar de la duda que lo apremiaba.

-Pero, Gran patriarca, comprendo que la única mujer de nuestro pueblo que esta en cinta es Anait, su nuera, y que aún le falta un mes para su alumbramiento.

-Así es, Mu. Pero al parecer la criatura nacerá antes de tiempo. Ve con ellos, por favor, e infórmame de todo lo concerniente al nuevo ser que está por nacer. Siente su cosmos y discierne si está destinada a servir a Athena al igual que nosotros.- Mu asintió y sin más, procedió a cumplir la tarea que su mentor le había asignado. Partió a aquel lugar que también lo había visto nacer.

***

No era aún el medio día cuando una joven mujer descansaba en sus aposentos después de una agotadora labor de parto.  A pesar de que le habían pedido que descansara, ella se encontraba inquieta por tener entre sus brazos a aquel ser que había cargado en su vientre durante los pasados 8 meses. Ella comprendía que las parteras debían revisar y limpiar a la criatura antes de poderla cargar en brazos y alimentarla. El joven padre había llegado instantes atrás y a pesar de morir de curiosidad por ver a su primogénito, tomaba la mano de su esposa y le transmitía paz durante la espera. Finalmente, una de las parteras entró a la habitación con el bebé en brazos.

-Has sido bendecida, ella se encuentra bien y saludable.

-Ella - pronunció sorprendido el progenitor al tiempo que se ponía en pie con una enorme sonrisa en su rostro.

-Si - contestó sonriente la nodriza - han tenido una preciosa hija, y es un alivio ver que todo salió bien a pesar de que se adelantó un mes. - la mujer caminó hacia el lecho de la joven madre y colocó a la pequeña, quién estaba completamente dormida, en sus brazos.

-Es... Preciosa, al igual que tu, Anait.- El padre besó la frente de su hija, y la madre se sonrojó ante el comentario de su esposo. 

Pasaron los minutos y el santo de oro de Aries arribó a aquella casa vistiendo las ropas tradicionales de la región. Su presencia sorprendió a los que ahí se encontraban, pues no esperaban que el adelanto del nacimiento de la niña fuera algo tan prioritario en el santuario. A pesar de el rango que ostentaba, el caballero respetaba las tradiciones de su pueblo y esperó pacientemente a que le permitieran conocer a la pequeña. 

Al ingresar en la habitación, los padres de la pequeña lo recibieron cálidamente, pues además de ser casi de la familia, sabían que su presencia representaba a la del gran patriarca. Para ese entonces la pequeña ya había despertado.

-Mira, mi niña, han venido a visitarte desde un lugar muy lejano.- La madre primeriza le hablaba con mucho amor a la niña, quién sonreía al escuchar su dulce voz.

-¿Me permites cargarla en mis brazos, Anait? - solicitó Mu, a lo que la joven asintió. El se sentó en una silla que estaba justo al lado de la cama y tomó a la niña con mucha delicadeza. Ella no lloró. Permaneció serena en los brazos del visitante, quien sintió el cosmos que emanaba de aquel pequeño ser. La habitación quedó en silencio un instante en el cual Mu pudo percibir el universo que yacía en la niña, al tiempo en que contemplaba las dos marcas en la frentecita.

-No hay duda alguna, pequeña - sonrió el caballero al tiempo en que posaba su mano en la cabecita de la bebé - has nacido para servir a Atena.

Las palabras llenaron de emociones encontradas a los padres, quienes sabían el honor y la pérdida que aquel hecho significaba. Mu miró a los padres con compasión.

-Han sido bendecidos al concebir a una servidora de Atena. No saben el cosmos que esta niña alberga dentro de su ser. Ha nacido para hacer grandes cosas por el mundo - el joven caballero la observó con dulzura - A propósito, ¿Como han decidido llamarla? -Los padres de la pequeña se vieron el uno al otro antes de que la joven respondiera por ambos.

-Su nombre es Assena. - El caballero sonrió y se dirigió a la niña.

-Y si que te va de maravilla ese nombre, pequeña Assena.