jueves, 6 de diciembre de 2018

Ante el patriarca

No había salido el sol aún cuando la nueva inquilina del Santuario despertó. Se sentó en su cama sintiéndose un poco desubicada hasta que vio sus pertenencias en el lugar donde las había dejado su mentor. Se acercó a la maleta y empezó a volcar su contenido sobre la cama. Además de sus ropas, dentro estaba el último obsequio que recibió de sus padres. La apretó contra su pecho y se dispuso a hacer su cama y dejar a la muñequita vestida con ropas tradicionales de su región de origen sentada en una esquina, apoyada contra la pared. 

Descalza, salió en búsqueda de Mu. Apreció el interior de aquella enorme edificación que es la Casa de Aries, su nuevo hogar, con detenimiento. Su cosmos le permitió sentir los vestigios de energía de sus antecesores. Sintió como la energía creció en ella a niveles que jamás había experimentado. Tuvo miedo, pero dejó que el cosmos la guiara a una parte de la casa donde estaba agrupada una cantidad de energía que no era vestigial, era energía en esencia. A pesar de estar en completa oscuridad y de no conocer el lugar en el que se encontraba, Assena sabía a la perfección hacia donde se dirigía. Estiró su mano en medio de las sombras para apartar la cortina que ocultaba su camino. Un resplandor dorado iluminó su rostro y la pequeña contempló perpleja el origen de aquella energía: la armadura de Oro de Aries. 

Lo que tenía frente a ella era una reliquia: había acompañado a tantos hombres en sangrientas guerras, el símbolo de ser uno de los doce caballeros más poderosos al servicio de la diosa Atena. La energía que emanaba era tal que la pequeña, sin entender por que, extendió su mano y tocó uno de los cuernos de la armadura que vibró a una intensidad que parecía estar en sincronía con la pequeña. No comprendía, pero se maravillaba de lo que estaba pasando.

-¡Assena! - La voz del joven maestro la sacó de su abstracción nuevamente. La pequeña mano despegó su contacto con la armadura súbitamente y ella se giró hacia Mu asustada, pensando que había hecho algo malo.

-¡Perdóneme, maestro Mu! Yo te buscaba y no entiendo como pude encontrar esto... Espero no haber hecho algo grave - Assena vio el rostro de su maestro que sonreía satisfecho.

-Para nada, Assena. Esto solo confirma lo que tanto habíamos sospechado.

***

El Santuario se había llenado de vida al amanecer, a lo lejos, los caballeros entrenaban en distintas zonas y las doncellas iban por agua y comida para los demás habitantes. Los distintos cosmos llamaron la atención de Assena y su maestro le daba algunas explicaciones a lo que veía y sentía en su camino a la casa del Patriarca. 

La niña consideró que el maestro Mu lucía impresionante vistiendo la armadura de Oro, y que dicha imagen contrastaba con la de aquel joven de ropas humildes que había conocido apenas el día anterior. En su recorrido, se encontraron con un joven mas o menos de la edad de Mu y su aprendiz, un niño un par de años mayor que Assena, los cuales guardaban un gran parecido. Cuando se acercaron a entablar conversación con Mu, la niña se escondió detrás de su Maestro.

-Vaya, Mu. ¿Donde te habías metido? no te vi en todo el día de ayer - el mayor hablaba con un tono muy fresco y amigable.

-Verás, tuve que ir a mi pueblo por mi aprendiz - el caballero se hizo a un lado, dejando a la niña expuesta a la vista de sus camaradas. El menor de los muchachos se acercó a ella y se presentó en tono muy amistoso.

-¡Hola! Mi nombre es Aioria y soy el caballero de Leo - Assena sintió el cosmos del pequeño y le inspiró confianza. Simplemente le sonrió y Aioria se dirigió a Mu - ¿Assena es muda, Maestro?

-No, Aioria, es solo que ella no habla griego - el niño se sorprendió y Mu se dirigió a Assena en su lengua natal - El es Aioria, caballero de la constelación de Leo, y su hermano y Maestro es Aioros, el santo dorado de Sagitario - La pequeña se sorprendió al escuchar que el niño frente a ella era un caballero dorado.

-Bueno - replicó Aioros - pero eso tiene solución, yo podría enseñarle a hablar nuestro idioma si estás de acuerdo, Mu.

-No es mala idea, además le serviría mucho para socializar también - Mu hizo que Assena estuviera enterada de lo que Aioros proponía y la niña asintió.

- ¿Telequinesis?

-Si, Aioros, ella es muy talentosa.

-Entonces no los retrasamos más en su visita al patriarca. Pasaré por ella esta misma tarde.

Assena y Mu se dirigieron a su destino, la casa del Patriarca. Los guardias del salón principal le cerraron el paso al caballero al no reconocer a su acompañante.

-Ella es Assena, mi aprendiz. El Patriarca está al tanto de su visita y nos espera - a la explicación d Mu le siguió la apertura de las puertas del fastuoso salón. Assena se sorprendió al sentir el increíble cosmos de la persona que estaba al interior. Mu caminó de la mano con ella y se detuvo en un punto donde se inclinó a realizar la reverencia, gesto que fue imitado por la pequeña.

-Assena - la voz del Patriarca era cálida y amigable. La interpelada levantó su rostro y miró al pontífice. - ¡He esperado este momento desde hace siete años! -El Patriarca se levantó de su puesto y caminó hacia ella, quién se había puesto de pie. El máximo jerarca del Santuario ateniense se quitó la máscara para que su descendiente pudiera contemplar su rostro.

-¿Abuelo? - la niña no comprendía como su abuelo y su padre podrían lucir casi de una misma edad.

-Si, pequeña, soy Shion, tu abuelo - el hombre le extendió sus brazos y la niña le correspondió - tu cosmos es sorprendente - el Patriarca se sorprendió enormemente al volver a sentir aquel bondadoso y cálido cosmos, esta vez en su nieta.

Mu le comentó lo ocurrido en la madrugada y como Assena había encontrado la armadura dorada.

-Entonces, Mu, no hay duda alguna. Esta niña es tu sucesora en la casa de Aries. La armadura la ha elegido, esa es la prueba fehaciente de que ha sido llamada a ser la primera mujer en ostentar el título de Santo de Oro de Atena - Assena se sorprendió al escuchar que ella también sería como su maestro a quién admiraba, o como los jóvenes a quienes había conocido esa misma mañana. Mu, quién sintió la impresión de la niña se dirigió a ella.

-Así es. Tu eres mi sucesora. 

-Te encargo la educación de tu aprendiz, Mu. El noble corazón de Assena será receptivo a tus enseñanzas, así como lo fuiste tu.

-Maestro, me encargaré de pulir sus talentos, pues ella tiene todo para ser una digna sucesora del legado de Aries. Ahora debemos de ir a que te confeccionen la máscara que usarás.

-¿Una máscara, maestro? -le preguntó la niña con extrañeza.

-Si, Assena. Aunque no las has visto todavía, las mujeres que han sido elegidas para ser Saints deben ofrendar su feminidad a la diosa cubriendo su rostro tras una máscara. Y a pesar de tu futuro rango como Santo de Oro debes cumplir con tal tradición.

-Eso no será necesario - le interrumpió el Patriarca - por su rango, es necesario que la niña mantenga su esencia mientras cumpla con sus obligaciones para con la humanidad.

Mu lo miró con asombro, pues no podía creer que la niña moviera de esta manera la voluntad de la diosa.  

***

Al salir de aquella presentación y dirigirse a la Casa de Aries, Assena vio a dos muchachos que reían. Eran gemelos, y la sonrisa del chico de cabellera azul se quedó impregnada en sus ojos.  

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