viernes, 7 de diciembre de 2018

Aprendiendo en el Santuario

Tres años han pasado desde que Assena llegó al Santuario de Grecia. Gracias a la ayuda de los hermanos Aioria y Aioros la niña había aprendido a hablar griego y pasaba las tardes después de los entrenamientos leyendo sobre mitología. Se maravillaba al leer las antiguas historias y sentía una profunda admiración por Atena.

-Sabes - le comentó a Aioria una fresca tarde de septiembre, mientras leía sobre la pugnas que Atena había librado en la era del mito - en verdad que me gustaría ser una estratega como la diosa - Aioria meditó un momento las palabras de su compañera

-Yo me pregunto si lucirá igual que las estatuas o si será más bonita.

-Me imagino que debe de ser muy bonita, después de todo, así son los dioses... O al menos así los hacen ver en las historias - Assena guardó un incómodo silencio hasta que Aioria le consultó.

-¿Que te ocurre?

- Verás, me pregunto si yo llegaré a agradarle.

-¿Y por que no habrías de agradarle? - le cuestionó el niño sorprendido - las doncellas, tu maestro e incluso el Patriarca te quieren mucho, incluso mi hermano y yo no planeamos nada sin tomarte en cuenta desde que pudiste hablar en griego - Assena sonrió - además, no eres tan molesta para ser una niña - ese comentario hizo que la niña torciera el gesto.

-¿A que te refieres con "a pesar de ser una niña", Aioria? - el niño se avergonzó.

-Ya sabes... Algunas niñas no son capaces de soportar los golpes, tu me los devuelves incluso con más fuerza, y no lloras por todo. 

Assena lo vio con cara de pocos amigos antes de volver a su lectura. En la habitación contigua, Aioros reía en silencio al escuchar las ocurrencias de su hermano y de su aparente intolerancia por cualquier otra niña que no fuera la aprendiz de Mu.

***

Parte del entrenamiento consistía en batallar cuerpo a cuerpo, y por muy prodigiosa que Assena fuera, la intensidad de los golpes recibidos en su pequeño cuerpo dejaban evidencias. Al igual que Aioria, a ella le molestaba perder en batalla (cosa que le ocurrió en muchas ocasiones), y el maestro Mu le había enseñado a canalizar el enojo. 

Un día le tocó pelear con Shaina, una aprendiz de Saint que detestaba a Assena, entre otras cosas, por no vivir bajó la imposición de usar la máscara.

Shaina era un año mayor que Assena  y alguien muy cruel en sus ataques. Su batalla le dejó varios moretones en el cuerpo, los cuales la niña no quiso borrar de su cuerpo y que usó como motivación para ser mejor en combate. Las doncellas lamentaban mucho el estado de Assena, y aún más Aioria quién le enseñó algunas técnicas para poder luchar con un rival de mayor tamaño que ella.

En el siguiente combate que tuvo contra Shaina la suerte no mejoró al inicio, pero recordaba las palabras que sus maestros (Mu, Aiorios y, por que no, Aioria) le hacían sobre el cosmos:

"Eleva tu cosmos, no importa que tan fuerte sea tu rival o que tan adversas sean las circunstancias, el cosmos puede ser la línea decisiva entre la vida y la muerte" 

-¿Por que no te mueres ya, Assenita? - Shaina estaba sobre ella lanzando puñetazos en su cara descubierta - así podré tomar tu lugar y no utilizar esta molesta máscara.

Mu estaba observando todo desde la tribuna, muy preocupado por su aprendiz.

-Esta pelea esta aburriéndome mucho, tu ni siquiera te defiendes. Es mejor acabar ya - Shaina cargó energía en su puño, tiempo que Assena apovechó para elevar su cosmos a un nivel mayor de lo que estaba acostumbrada en una fracción de segundos. Aún estando en el piso, Assena tomó a Shaina y la lanzó al aire y se concentró en la noche que vio como su maestro eliminó a un espectro que rondaba el santuario. Mu se pusó en pie cuando supo lo que ella planeaba. La voz de Assena y su mano izquierda se elevó para invocar la técnica suprema de Aries.

-¡Revolución de Polvo Estelar!

Decenas de estrellas fugaces golpearon en el aire a Shaina. Aunque era una pequeña fracción del poder que Mu usaba en la técnica completa, fue lo suficiente para nockear a su rival. Todos aplaudieron la exhibición que habían presenciado.

-Sorprendente - le alabó Mu cuando ella llegó ante el - simplemente sorprendente. El maestro se apresuró a curar una herida que su aprendiz tenía en la sien, por lo que se quedaron a presenciar el combate siguiente. Saga, el gemelo de cabello azul y aprendiz de géminis, se enfrentaría un rival de mayor edad a el. El resultado, el niño salió victorioso, pero con una herida considerable en su brazo derecho.

Al ver la herida, Assena se sobresaltó, pero se detuvo hasta esperar el fin del combate. 

-Ve, ayuda a tu compañero- le indicó su maestro inmediatamente al finalizar el combate al notar la preocupación de su alumna.

La pequeña tomó la medicina y corrió a la arena. Al verla, Saga se extrañó, pues sabía que Assena era tímida pero la dejó curarlo. Ella le limpió la herida con uno de los hisopos, tratando de no tener contacto visual con el para concentrarse y no cometer errores. El paciente puso atención en los movimientos de la hábil niña y se quejó al sentir ardor al contacto de la medicina. Assena buscó con que vendarlo, y al no encontrar algo que le sirviera rasgó la parte limpia de su blusa, terminó de atender al niño y se puso en pie. 

-Gracias - dijo Saga viéndola directamente a sus hermosos ojos verdes. Ella solo asintió y se giró para ir en dirección a donde se encontraba su maestro, quién palmeó su espalda al tiempo que le decía "bien hecho". Saga se quedó viendo a la niña que se alejaba de la arena de la mano del maestro Mu. 



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