viernes, 21 de diciembre de 2018

El último paso

- Debes mejorar tu postura, Assena. Te he repetido muchas veces que es imposible que ganes con un modo de ataque incorrecto – el maestro Mu llamaba la atención de su aprendiz y sucesora con severidad luego de impactarla con un ataque, sin perder la calma que lo caracteriza.

- Maestro – se incorporó jadeante la niña – por más que lo intento no logro conseguirlo.


       Y al final del día conseguirás que Assena esté muerta si siguen con esto, Mu – añadió Aioros.
-         
         - Eleva tu cosmos como lo hiciste con Shaina y para ese ataque. Es la misma lógica que utilizaste con   la Revolución de Polvo estelar.
      
     Assena asintió y nuevamente tomó la postura más adecuada que pudo antes de recibir un ataque de Revolución de polvo estelar mucho más robusto que el que ella había logrado, fallando nuevamente en el intento.

     - Qué pasa? – se preguntó a sí misma - ¡Todo lo que deseo hacer es protegerme!

-      -  Esto no está funcionando – su maestro estaba frente a ella y no podía comprender lo que ocurría.
     
- Aioros se colocó detrás del maestro de la casa de Aries cuando empezó a interrogar a Assena.

-        -  ¿Qué es lo que más te importa en esta vida, Assena? 

-        -  Servir a Atena y proteger a mis seres queridos.

-        -  ¿Y cómo vas a lograrlo?

-        -  Entrenándome y preparándome para cumplir con mi destino.

     - Ahora, ¿Como vas a lograr eso si no eres capaz de protegerte a ti misma? – Assena guardó silencio,  tiempo que Aioros utilizó para lanzar un ataque contra su compañero dorado -¡Rayo atómico!

La niña vio el rostro de su maestro y el enorme resplandor tras él. El miedo del que había hablado con Saga días atrás se transformó en una necesidad increíble por proteger al caballero de Aries. No había manera de que Mu se defendiera, por lo que esa necesidad fue la chispa que hizo que su cosmos se encendiera y cuidara a uno de sus pilares en el Santuario.

-       ¡Muro de Cristal!

La voz de la niña se intensificó aún más que cuando atacó a Shaina y el resplandor del ataque chocó con aquella membrana imperceptible y rebotó en dirección a Aioros, quién recibió el impacto. Assena cayó al piso jadeante, pero sonriente al haberlo logrado.

-      - Qué bueno que utilicé apenas una fracción de mi poder – suspiró Aioros aliviado y orgulloso de lo   que había logrado su pupila, a pesar de los golpes. Mu colocó su mano en los hombros de la niña.

-        -  Estás lista para el último nivel de tu entrenamiento. La semana próxima partiremos a Jamir.

***

- ¿Jamir? – Aioria nunca había escuchado aquel nombre, por lo que se extrañó mucho cuando su amiga Assena lo mencionó mientras le contaba todo lo sucedido en el entrenamiento.

- Si, Jamir. Es una región del Tíbet donde mis antepasados Shion y Mu realizaron su entrenamiento final para convertirse en Caballeros de Oro.

- Quiere decir que tu nombramiento está cerca, finalmente – Assena asintió mientras retiraba las vendas del cuerpo de Aioria.

- Creo que ya no será necesario que uses vendas, pero si hago énfasis en que debes moverte con cuidado para recuperarte por completo – puntualizó la niña – la cicatriz tardará un tiempo en sanar, pero estarás bien – el niño no la escuchó del todo, dado que saltó del lugar en el que estaba sentado y empezó a moverse libremente como lo hacía antes hasta que sintió una molestia en una de sus heridas. Assena frunció el ceño, lo tomó del brazo y lo sentó con cierta fuerza mientras cubría la apertura en su costado – mi vida en el Santuario sería muy aburrida sin ti, Leo – le aseveró con ironía.

- Pero sé que me extrañaste mientras estuve en recuperación – replicó Aioria con una sonrisa de satisfacción, a lo que su amiga respondió pasándole el algodón con más fuerza de la debida en su costado lastimado -¡¡Ouch!!

Assena fue más delicada aún con su paciente luego de esa jugarreta, mientras se admitía a sí misma que la vida no era igual sin el cachorro de león a su alrededor.

***

- ¿Jamir? – Aioria nunca había escuchado aquel nombre, por lo que se extrañó mucho cuando su amiga Assena lo mencionó mientras le contaba todo lo sucedido en el entrenamiento.

- Si, Jamir. Es una región del Tíbet donde mis antepasados Shion y Mu realizaron su entrenamiento final para convertirse en Caballeros de Oro.

- Quiere decir que tu nombramiento está cerca, finalmente – Assena asintió mientras retiraba las vendas del cuerpo de Aioria.

- Creo que ya no será necesario que uses vendas, pero si hago énfasis en que debes moverte con cuidado para recuperarte por completo – puntualizó la niña – la cicatriz tardará un tiempo en sanar, pero estarás bien – el niño no la escuchó del todo, dado que saltó del lugar en el que estaba sentado y empezó a moverse libremente como lo hacía antes hasta que sintió una molestia en una de sus heridas. Assena frunció el ceño, lo tomó del brazo y lo sentó con cierta fuerza mientras cubría la apertura en su costado – mi vida en el Santuario sería muy aburrida sin ti, Leo – le aseveró con ironía.

- Pero sé que me extrañaste mientras estuve en recuperación – replicó Aioria con una sonrisa de satisfacción, a lo que su amiga respondió pasándole el algodón con más fuerza de la debida en su costado lastimado -¡¡Ouch!!

Assena fue más delicada aún con su paciente luego de esa jugarreta, mientras se admitía a sí misma que la vida no era igual sin el cachorro de león a su alrededor.

***

Había llegado el momento de emprender otra despedida. Tres años atrás había dejado la zona montañosa del Tíbet junto con su maestro y unas escasas pertenencias para iniciar su camino. Ahora partía de nueva cuenta con su maestro para terminar su preparación para ser un Santo de Oro al servicio de Atena.

-Assena – le habló su maestro – el camino que estás por emprender es mucho más letal y complicado del que has recorrido hasta hoy. No tengas miedo, pues tienes la fuerza necesaria y el cosmos para cumplir con tu misión. Solo debes enfocar tus 7 sentidos en lo que verás en Jamir.

-Maestro, me esforzaré por ser una mejor alumna de la que he sido en el Santuario para poder portar dignamente el oro de guerra de la primera casa.

-No cabe duda de que nos llenarás de orgullo, Assena Tenou – A pesar de que no podía verlo, ella sabía que su abuelo sonreía detrás de la máscara de Patriarca – viniste como una pequeña niña y te vas a culminar tu camino como Santo de Oro. Cuando regreses, Mu pasará a ser uno de los ancianos de mi consejo y tu tomarás su lugar como Assena de Aries.

El reto era enorme, pero ella había recorrido ya la mitad del camino. Se despidieron del Patriarca con una reverencia y se dirigieron a la casa de Aries por sus pertenencias. Al igual que aquel primer día, se encontraron con Aioria y Aioros.

-Así que ha llegado el momento – Aioria trataba de lucir despreocupado, pero sus preciosos ojos azules estaban tristes, y eso no lo podía ocultar por más que lo quisiera.

-Si, Aioria… Ha llegado el día.

- ¿Cuándo volverán? – preguntó el hermano mayor.

- Cuando ella complete el entrenamiento. Ni antes ni después – respondió Mu.

- ¡Eso suena como demasiado tiempo! – exclamó sorprendido el cachorro - ¿Cómo nos vamos a comunicar en este tiempo?

-Por telepatía – le respondió la chica en su mente. Aioria sonrió al escucharla, pero no dijo nada.

-No se preocupen – añadió el Santo de Oro de Aries – cuando menos lo esperen habrá pasado el tiempo.

Aioros abrazó a Assena, la quería como a una hermana menor, y no dejó de pedirle que tuviera cuidado y diera lo mejor de sí, pues quería verla luciendo la armadura dorada.

- ¡Cuídate mucho, cachorro de león! Que no estaré en mucho tiempo para curar esas heridas.

- Vuelve pronto, y permítenos ser camaradas – Assena quiso llorar, pero Aioria no se lo permitiría así que sonrió antes de ir por sus cosas a la casa de Aries.

Mu se adelantó y entró primero. Cuando la niña se disponía a hacerlo, sintió el cosmos de Saga, quién estaba de pie en las escalinatas de la primera casa del Santuario.

-Así que te vas… - su voz era lacónica y su larga cabellera azul se movía con el viento.

-Si… Pero volveré para convertirme en tu camarada, tal como platicamos.

- Y ¿Podré hablarte?

-Por medio de la telequinesis, sí. Claro que si – Saga sonrió tristemente cuando Assena le respondió con una sonrisa mientras bajaba la escalinata de la casa de Aries. La noche había llegado ya al cielo sobre el Santuario.

-Oye… ¿Puedes mostrarme tu constelación en el cielo? Quiero tenerte presente cuando caiga la noche – la niña se sonrojó y le mostró las estrellas pertenecientes a Aries con el dedo índice de la mano izquierda, y cuando señaló la última estrella la constelación entera brilló. Ambos quedaron sorprendidos.

-Cuídate, Assena. Estaré esperando el día en que vuelvas – y acto seguido le entregó una hermosa gerbera blanca, era la primera vez que alguien le obsequiaba una flor y se sintió enormemente feliz.

-Gracias, Saga. Volveré y juntos serviremos a Atena. Te lo prometo – el chico quiso abrazarla, pero no quiso incomodarla, así que solo tomó su mano y se retiró, contrario al deseo de su corazón de no alejarse de ella. Se quedó cerca de la salida del Santuario para verla partir con su maestro hacia aquella lejana región del Tíbet.

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