martes, 4 de diciembre de 2018

Una niña ha nacido


Los tímidos rayos de sol se colaban por las cortinas de la cámara del patriarca en el Santuario de Grecia. Era una cálida mañana del mes de abril. El pontífice había mandado llamar a Mu, el caballero de la primera casa del Zodiaco, quien caminaba hacia la sala principal de la fastuosa casa. Se preguntaba que era aquello tan apremiante que le debían encomendar para haberlo llamado tan temprano ese día.

El caballero ariano vestía su armadura dorada, y el sonido metálico provocado por sus pasos era lo único que se escuchaba por el pasillo. Los guardias de la cámara principal se apresuraron a abrir la puerta cuando lo vieron llegar. El entró en la habitación e hizo una reverencia al patriarca, quién no perdió tiempo en formalidades.

-Gracias por haber acudido a mi llamado. Necesito que vayas urgentemente a nuestro pueblo. Al parecer, una nueva vida nacerá este día. - al oír la petición del patriarca, Mu se puso de pie sin mudar su serenidad a pesar de la duda que lo apremiaba.

-Pero, Gran patriarca, comprendo que la única mujer de nuestro pueblo que esta en cinta es Anait, su nuera, y que aún le falta un mes para su alumbramiento.

-Así es, Mu. Pero al parecer la criatura nacerá antes de tiempo. Ve con ellos, por favor, e infórmame de todo lo concerniente al nuevo ser que está por nacer. Siente su cosmos y discierne si está destinada a servir a Athena al igual que nosotros.- Mu asintió y sin más, procedió a cumplir la tarea que su mentor le había asignado. Partió a aquel lugar que también lo había visto nacer.

***

No era aún el medio día cuando una joven mujer descansaba en sus aposentos después de una agotadora labor de parto.  A pesar de que le habían pedido que descansara, ella se encontraba inquieta por tener entre sus brazos a aquel ser que había cargado en su vientre durante los pasados 8 meses. Ella comprendía que las parteras debían revisar y limpiar a la criatura antes de poderla cargar en brazos y alimentarla. El joven padre había llegado instantes atrás y a pesar de morir de curiosidad por ver a su primogénito, tomaba la mano de su esposa y le transmitía paz durante la espera. Finalmente, una de las parteras entró a la habitación con el bebé en brazos.

-Has sido bendecida, ella se encuentra bien y saludable.

-Ella - pronunció sorprendido el progenitor al tiempo que se ponía en pie con una enorme sonrisa en su rostro.

-Si - contestó sonriente la nodriza - han tenido una preciosa hija, y es un alivio ver que todo salió bien a pesar de que se adelantó un mes. - la mujer caminó hacia el lecho de la joven madre y colocó a la pequeña, quién estaba completamente dormida, en sus brazos.

-Es... Preciosa, al igual que tu, Anait.- El padre besó la frente de su hija, y la madre se sonrojó ante el comentario de su esposo. 

Pasaron los minutos y el santo de oro de Aries arribó a aquella casa vistiendo las ropas tradicionales de la región. Su presencia sorprendió a los que ahí se encontraban, pues no esperaban que el adelanto del nacimiento de la niña fuera algo tan prioritario en el santuario. A pesar de el rango que ostentaba, el caballero respetaba las tradiciones de su pueblo y esperó pacientemente a que le permitieran conocer a la pequeña. 

Al ingresar en la habitación, los padres de la pequeña lo recibieron cálidamente, pues además de ser casi de la familia, sabían que su presencia representaba a la del gran patriarca. Para ese entonces la pequeña ya había despertado.

-Mira, mi niña, han venido a visitarte desde un lugar muy lejano.- La madre primeriza le hablaba con mucho amor a la niña, quién sonreía al escuchar su dulce voz.

-¿Me permites cargarla en mis brazos, Anait? - solicitó Mu, a lo que la joven asintió. El se sentó en una silla que estaba justo al lado de la cama y tomó a la niña con mucha delicadeza. Ella no lloró. Permaneció serena en los brazos del visitante, quien sintió el cosmos que emanaba de aquel pequeño ser. La habitación quedó en silencio un instante en el cual Mu pudo percibir el universo que yacía en la niña, al tiempo en que contemplaba las dos marcas en la frentecita.

-No hay duda alguna, pequeña - sonrió el caballero al tiempo en que posaba su mano en la cabecita de la bebé - has nacido para servir a Atena.

Las palabras llenaron de emociones encontradas a los padres, quienes sabían el honor y la pérdida que aquel hecho significaba. Mu miró a los padres con compasión.

-Han sido bendecidos al concebir a una servidora de Atena. No saben el cosmos que esta niña alberga dentro de su ser. Ha nacido para hacer grandes cosas por el mundo - el joven caballero la observó con dulzura - A propósito, ¿Como han decidido llamarla? -Los padres de la pequeña se vieron el uno al otro antes de que la joven respondiera por ambos.

-Su nombre es Assena. - El caballero sonrió y se dirigió a la niña.

-Y si que te va de maravilla ese nombre, pequeña Assena.

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