martes, 11 de diciembre de 2018

Nunca más, Aioria

-¿Como lograste hacerlo, Assena? - el cachorro de león estaba emocionado al escuchar a hazaña alcanzada por su "discípula", al punto de ignorar el plato de comida que tenía servido frente a él. 

-Recordé como lo hizo el maestro Mu y traté de elevar mi cosmos lo más que pude. No iba a permitir que Shaina me derrotara así otra vez. Aún me duele la cara de los puñetazos que me asestó.

-Dejaste que te hiciera mucho daño. Debes de manejar mejor tu cosmos, pues hay daños que pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte.

-Si, lo sé - respondió un poco quejumbrosa.

-Oye, Assena, mañana por primera vez tendremos un día libre, mi hermano y Mu estarán con el Patriarca todo el día. ¿Que has planeado hacer?

-Quedarme quieta y descansar - respondió la niña con gesto de dolor. 

-¡Que aburrido plan! Yo me escaparé a un estanque que no está tan lejos de acá a nadar .

-¿Sabes nadar?- le preguntó Assena un poco avergonzada.

-Si... ¿Que, a caso tu no puedes?

-No, no puedo. Jamás he entrado a un lago o algo así.

-Bueno - replicó Aioria - para eso hay solución. Acompáñame mañana y te enseño - Assena asintió y tomó sus alimentos con un mejor ánimo, a pesar de los golpes.

***

La idea de salir del Santuario por primera vez después de casi tres años hizo que el pleito del día anterior se diluyera de la mente de Assena. Su maestro e instructor de natación se había esmerado en que su primera vez en el agua no fuera una experiencia tan traumática. Lo realmente difícil fue convencerla de que se atara el cabello, ya que por tradición era algo que su gente no hacía.  

La niña entró con temor al agua, pero la sensación del líquido en su cuerpo le resultó agradable. Aioria la tomó de la mano y le daba más seguridad a medida iban a aguas más profundas. Se asustó mucho cuando sus pies ya no tuvieron soporte e intentó volver, pero pero el niño no la dejó y le enseñó a flotar.

-Eres genial, Assena. No te costó nada aprender a flotar - la niña le sonrió, y en eso Aioria le lanzó un chorro de agua de sus manos, empezando una batalla acuática.

Todo transcurría como un día normal, Assena y Aioria vivían un momento de infancia de los que rara vez se podían tener en el Santuario. Aioria había vivido toda su vida en el Santuario griego y era el único mundo que conocía. Assena fue la primera niña con la que se relacionó, ya que su forma de ser era complementaria a la de la aprendiz de Mu. El momento de esparcimiento fue interrumpido por unos chicos mayores que ellos, aprendices de Saints, quienes reclamaban aquel estanque como propio.

-¡Oye, gato! ¿Que demonios estás haciendo en este lugar? ¡Lárgate de aquí, que este estanque nos pertenece! - el carácter inflamable de Aioria no le permitió ignorar aquel insulto.

-Oh, no sabía que este estanque tenía propietario, y menos que era alguien tan insignificante como tu, Arquelón.

-Pero ahora ya lo sabes, así que mejor lárgate de aquí y llévate al clon de Mu contigo - Assena ignoró por completo aquella provocación y trató de convencer al pequeño.

-Quizás sea mejor que nos vayamos, no es necesario hacer de esto una pelea. 

-No, Assena. Si cedes a su bravuconería, terminarás siendo dominada por ellos. Tienes que darte tu lugar - la discusión  de los amigos fue usada como arma por aquellos que los molestaban.

-Si, Aioria, deberías de hacerle caso a tu noviecita.

-¡Ella no es mi novia! - exclamó furioso el pequeño león, elevando su cosmos.

-Si tanto te interesa este lugar, ¿Por que no peleas por el? - los incitadores sabían como molestar a Aioria. El aceptó de buena gana y salió del estanque.

-Quédate ahí, Assena. No tardaré- Aioria le sonrió con suficiencia antes de darle la espalda y enfrentar a su oponente. Se colocó en pose de batalla, y cuando su rival lanzó el ataque se percató que no iba dirigido hacia el, sino hacia la niña que lo esperaba en el agua.

Horrorizado, no dudó ni un segundo en lanzarse al agua a una velocidad de match 5 (ya que aún no alcanzaba la velocidad de la luz) e interponerse entre el ataque y Assena. La niña gritó cuando vio a Aioria inconsciente hundirse en el estanque mientras sus enemigos reían. Como pudo, trató desesperadamente de alcanzarle, se sumergió y logró atraparlo pero no podía emerger con el, por lo que agobiada, elevó su cosmos y la energía la ayudó a salir a flote.

Al salir a la superficie, pudo ver que los tres muchachos estaban siendo golpeados. Saga se había encargado de ellos. Todos y cada uno habían sido puestos en su lugar en cuestión de segundos. El geminiano corrió a ayudar a la niña con su amigo herido. 

-¿Te encuentras bien, Assena? - Saga la escrutó con sus ojos mientras tomaba a Aioria.

-Si, pero, Aioria... No está respirando - Saga lo acostó en el piso y colocó su oído en su pecho. Lo colocó de lado y empezó a golpear su espalda hasta que empezó a toser.

-¡Aioria! - la niña quiso lanzarse a sus brazos ante el alivio de verlo respirar, pero aún quedaban las heridas de aquel ataque a traición - Saga, debemos regresar ya al Santuario, necesita atención urgente. 

Saga se colocó a Aioria en la espada y comenzó a caminar con Assena a su lado, quién contactó telequinéticamente a su maestro. Aioros y Mu se apresuraron a encontrarlos en el camino, y llevaron a Aioria inmediatamente a que lo atendiesen. Assena cayó al piso desconsolada y completamente empapada. Nunca había llorado desde que llegó al Santuario, hasta que vio el peligro de perder a su más cercano amigo.  Saga se fue y entonces experimentó culpa y arrepentimiento por haber sido el lado débil de Aioria y no ser capaz de defenderlo. Se sentó en el piso y lloró amargamente. 

Unos minutos después sintió que un manto la protegía del frío: Saga había vuelto con algo con que cubrirla y alimento. Assena lo vio con los ojos anegados de lágrimas y el descubrió que jamás había visto una mirada similar antes. Quizo abrazarla y protegerla del dolor que estaba sintiendo, pero solo tuvo el valor de poner una mano sobre su hombro para apoyarle. 

El cosmos de Assena era cálido, noble y bondadoso, pero con una enorme fuerza. Ambos guardaron silencio durante varios minutos, hasta que Saga trató de consolarle. 

- No fue tu culpa, Assena - la niña volvió a verlo sollozando - Aioria hizo lo que cualquiera hubiera hecho: protegerte. 

- ¿Por qué? ¿Es por qué soy débil? - le respondió irritada. 

- No - respondió el niño con una sonrisa serena- porque fuiste atacada a traición. Tu también serás mi compañera de armas y haría lo mismo en el lugar de Aioria - Assena sintió vergüenza por la manera en que sacó conclusiones - no seas tan dura contigo misma, ni te sientas mal por ser protegida. Eres alguien especial - agregó mientras se señalaba aquel brazo que su compañera había curado. 

La niña se sonrojó y meditó en las palabras de Saga, sin dejar de preocuparse por Aioria. 

***

Caída la noche el maestro Mu le solicitó a Saga y Assena que le contaran los hechos. 

-Esto deberá ser expuesto ante el patriarca - Aioros estaba molesto por la actitud mostrada por aquellos aprendices. 

-Te agradezco mucho la ayuda  Saga - Mu pensaba en las palabras de Aioros. Lo que había ocurrido era grave y hubiera tomado como víctima a su alumna. 

-Perdónenme, maestros - Assena veía al piso, con las manos cerradas como puños. 

-¿Perdonarte? ¿Por qué? - le respondió Aioros, colocando su mano sobre la rebelde cabellera de la niña. 

-Por no ser más fuerte y no cuidar de Aioria - el caballero de Sagitario sonrió melancólicamente. 

-Ten cuidado y que Aioria no te escuche decir eso. Conozco a mi hermano y admiro mucho su coraje; se que estaría fuera de sí si fueras tu quien estuviera en su lugar. 

Momentos después permitieron que Aioros viera al cachorro. Los minutos le parecieron eternos a Assena, y Saga deseaba que la niña estuviera ansiosa por verlo a él. 

Cuando le permitieron pasar, Aioria dormía y Assena rompió en llanto. 

-¡Perdoname, por favor! ¡Perdoname! Yo debería estar en tu lugar - la niña lloraba al lado de su querido cachorro de león, lloró por un buen tiempo hasta que fue interrumpida. 

-Oye, Assena, ¿No te estarás volviendo llorona, cierto? - su voz era pausada, pero su molestia por oír llorar a su amiga era notable. 

¡Aioria! - la niña saltó a abrazarlo y agradeció que aún estuviera con vida. Se comprometió a curar de él y sus heridas, pero sobre todo, le prometió algo más importante - no volveré a ser tu punto débil. Nunca más, Aioria. 
  

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