jueves, 3 de enero de 2019

Assena de Aries

El cielo retiró su manto estelar del Santuario y los rayos de sol denotaban el inicio de un nuevo día. Dichos rayos se colaron en la habitación de Aioria, haciéndolo despertar de su sueño. Se sentó en su cama y se desperezó rascando su cabeza, frotando sus ojos y dando un enorme bostezo. El cachorro  de león había crecido, convirtiéndose en un apuesto joven responsable de robar los suspiros de más de alguna habitante del Santuario Ateniense.

Saltó de la cama cuando recordó que día era. Corrió a asearse lo más pronto posible, pues debía estar en la cámara del Patriarca a primera hora de la mañana. Aioros se sorprendió al ver a su hermano despierto por si mismo a esas horas del día, puesto que siempre había requerido una ayuda extra para ir a entrenar. Sonrió al verlo tan entusiasmado y por el gran acontecimiento de ese día.

Aioria regresó completamente despierto y aseado. Se había afeitado el rostro y tratado de acomodar su cabello, cosa que le fue imposible dado que su melena era un tanto rebelde. Envidiaba el cabello de su hermano mayor, el cual era más dócil y obediente. Se vistió con su ropa normal, pero sobre ella se colocó la armadura dorada de Leo. Si Aioria era un tipo bien parecido con sus ropas normales, el oro de guerra le daba un aspecto que lo convertía en la envidia del resto de caballeros de su edad.

Aioros también llevaba puesta la fastuosa armadura de la casa de Sagitario. Ambos se dirigieron a la sala principal de la casa del Pontífice, donde también se encontraban otros caballeros dorados. Entre ellos estaba Saga, quién un año antes había alcanzado el título de Caballero de Géminis. De aquellos niños apenas quedaban sus facciones, pues sus rostros al igual que sus cuerpos habían crecido para convertirlos en jóvenes apuestos e increíblemente poderosos. 

***

El sol iluminaba el día en un precioso cielo despejado. Un caballero de Oro y una joven caminaban por el Santuario en dirección a la casa del Patriarca. El caballero de Aries y su acompañante habían regresado luego de 4 años de ausencia. El joven se había marchado con una niña y había regresado con una señorita de 14 años de edad. Todos los que la veían se sorprendían de ver a la que hasta entonces habían llamado "Pequeña Assena". Llevaba puesta una túnica rosa y una bufanda color grana, su calzado hasta media pantorrilla y su cabello un poco más ordenado del que las personas recordaban en su edad infantil y, al igual que su maestro, sus brazos vendados desde la muñeca hasta los codos. Sus labios se veían más rosados y le concedían más femineidad a la futura caballero de la primer casa del Zodiaco.

El entrenamiento en Jamir había sido duro, agotador y peligroso pero solo había logrado engrandecer más el espíritu y el alma de caballero de la chica y fortalecer su cosmos, el cual fue sentido por los que estaban en la sala del máximo líder del Santuario.

Las puertas de aquel salón se abrieron y Assena pudo ver al gran Shion sentado en su trono, en el camino se encontraban diez figuras doradas, ubicadas a manera de pasillo 5 a cada costado. De esas figuras pudo reconocer de inmediato a quien era como su hermano mayor Aioros, al que hasta hacía unos años había sido su cachorro y los ojos azules de Saga, que la veían con admiración y sorpresa.

También estaban ahí otros jóvenes a los que jamás había visto antes: uno tan alto y fuerte como una montaña; otro, cuya belleza era superior a la de cualquier otra persona que hubiera visto antes; otros dos que tenían ojos maliciosos y aunque sentía sus cosmos, no le generaban mucha confianza; otro de los jóvenes tenía un cosmos frío pero increíblemente poderoso. Había un joven alto y delgado, el cual daba la impresión de que portaba una espada que no pudo ver cuando pasó junto a el y el último, que a pesar de permanecer con sus ojos completamente cerrados, le daba la sensación de que la seguía con su vista. 

Assena y Mu se inclinaron una vez estuvieron frente al Patriarca, quién les solicitó que se pusieran en pie, fue entonces cuando al lemuriano se le pidió que se despojara de su armadura y se colocara la túnica que usan los consejeros del Pontífice. La armadura obediente se desprendió del cuerpo del joven maestro y se formó en el carnero que representa a Aries. Assena sabía que era la verdadera prueba final. Cerró sus ojos y colocó su mano en uno de los cuernos del cloth y volvió a sentir la vibración que aumentaba cada vez más, hasta que el ensamble se desprendió y cubrió el cuerpo de la joven.

Sintió su cosmos crecer y vio el resplandor del oro unido a su cuerpo. Miró sus manos, las abrió y cerró y pudo sentir como la armadura se comportaba flexible, como si se tratase de una segunda piel. Quedaba claro que era la digna sucesora de Aries. Aioria la contemplaba y, sin entender aún por qué,  deseaba que ese momento no terminara nunca. Saga concluyó que ni siquiera la misma diosa Athena (a quién el respetaba mucho) podría superar a Assena en belleza. 

El Patriarca entonces se puso en pie y caminó en dirección al balcón de la casa seguido por los once caballeros dorados. Los habitantes del Santuario, demás caballeros de plata, bronce y los aprendices estaban presentes para ver a la nueva generación dorada. Cada uno de ellos se ubicó en su lugar cuando el gran Shion los nombró uno a uno.

-¡Afrodita de piscis!, ¡Camus de Acuario!, ¡Shura de Capricornio!, ¡Aiorios de Sagitario!, ¡Milo de escorpión!, ¡Shaka de Virgo!, ¡Aioria de Leo!, ¡Máscara de la Muerte de Cáncer!, ¡Saga de Géminis!, ¡Aldebarán de Tauro! - hizo una pausa y se giró a buscar con la vista a su nieta, por quien sentía un gran orgullo, antes de mencionarla - y ¡Assena de Aries!.